Histórico

Sierras cercanas de Córdoba: Turismo rural con estilo

<img height="16" alt="" width="60" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193728.jpg " /><br /> Programas de aventura, buen descanso, sabrosa cocina y mejor hotelería en exclusivas y antiguas estancias..

Hace tiempo que no llueve y la tierra cordobesa está hecha polvo. Cada vez que un auto pasa al viejo Ford que me lleva a la estancia, deja una nube espesa y blanca que dura varios segundos. Desde el asiento de atrás mucho no se ve, pero Mario Zalazar, el chofer, dice que él ve igual. Está acostumbrado al ripio, a los meses de sequía y también a los turistas que visitan las estancias cordobesas. Cuenta Zalazar que cada vez más extranjeros lo contratan para salir de la ciudad y viajar un par de horas hasta alguna estancia. "Menos mal que el auto es amplio porque a veces cuesta acomodar tantas maletas, mucho más ahora que son rígidas y no ceden como los antiguos bolsos. Parece que se vinieran a vivir", suelta asombrado el conductor.

En general, los turistas no se quedan a vivir, pero suelen pasar varios días en las estancias serranas, alejadas entre 100 y 200 kilómetros de la ciudad de Córdoba.

Los cascos suelen estar en medio de las sierras, en una dimensión distinta del turismo masivo del resto de la provincia. Las atienden sus dueños, en general tienen cascos históricos o por lo menos añosos, pocas habitaciones o cabañas, comida hecha en casa y naturaleza alrededor. Todas ofrecen estadías con pensión completa y programas de cabalgatas que atraviesan paisajes ondulados.

La mayoría de las estancias argentinas que hoy se dedica al turismo en algún momento tuvo miles de hectáreas altamente productivas. El tiempo y las herencias las fueron subdividiendo y hoy, en general, tienen menos tierra pero guardan el casco señorial -y reciclado- de hace por lo menos cien años. Adentro, entre muebles antiguos y buenas vistas, la mesa es siempre casera. Los establecimientos buscan rescatar comidas tradicionales preparadas con los mejores ingredientes, como un guiso de cordero y zapallo, los scons de naranja de la abuela y una mousse de chocolate amargo de postre. Francisca Hermenegilda Merlo o doña Pancha, como le dicen todos, es la cocinera de la estancia La Granadilla. A ella le encanta preparar crêpes de verdura, cabrito al horno, supremas de pollo y pastas caseras. Dice que está segura que después de su cocina los huéspedes se van con unos kilitos más.

En la tarde se usa tomar té de hierbas. Las sierras cordobesas huelen a menta, peperina, romero, tomillo, poleo, melisa. Y las hierbas están ahí, en los alrededores de la casa, listas para un té aromático.

OTRA VIDA, EN EL CAMPO
Mario Zalazar, el chofer, se despide y me deja en Camino Real, el establecimiento más cercano a la antigua estancia jesuítica de La Candelaria, que se puede visitar con un guía de la zona. Camino Real lleva el nombre del antiguo sendero que unía el Virreinato del Río de la Plata con el Alto Perú.

La noche ha caído, el fuego arde en la chimenea de piedra y ya hay gente cenando.

"¿Qué día es hoy?", le pregunta ella (alemana) a él (catalán), mientras comen un lomo al Cabernet Sauvignon. El hombre tarda un rato y al final dice miércoles. Pero hoy todavía es jueves.

El despiste es una consecuencia lógica de la desconexión de estar exactamente en medio del campo, más cerca de una montura que de un cajero automático, sin relojes ni reuniones ni almuerzos atragantados. Las estancias cordobesas proponen una actividad cada vez más extraña: desapurarse.

Cuando se dan cuenta de la equivocación, los turistas se ríen y después piensan en voz alta qué harán al día siguiente. Cabalgata, 4x4, paseo en sulky, caminata por el parque, siesta y más. O menos. El descanso en las estancias puede ser tan cansador o descansado como uno quiera.

Desde los ventanales de la estancia se ve la curiosa forma del cerro Charalqueta, ese que convenció a Agustina Morro, la anfitriona, de cambiar Buenos Aires por las sierras. La decisión fue repentina: de un día para otro vendió su auto, se compró una camioneta vieja con caja, metió todas sus cosas -no tenía tantas, claro, con apenas 26 años- y se vino al campo. Hoy hace más de dos que está en la estancia y no se saca las bombachas de campo, ni las botas, ni el poncho, ni la boina. Según cuenta, sonríe más que antes y en épocas de pocos huéspedes, le gusta galopar en su yegua que se llama Charalqueta, igual que el cerro que ve cada día, cuando se levanta.

En el living de Camino Real el fuego baila en la chimenea y el día está llegando a su fin, aunque nadie sabe bien qué día.

HISTORIA Y ELEGANCIA EN LA PAZ
La Paz, en Ascochinga, al norte de Córdoba, fue una de las tres estancias que tuvo el ex presidente argentino Julio A. Roca. La visitó Caroline Kennedy, con sus hijos, en su paso por Córdoba para recordar a su padre John F. Kennedy, que estuvo por esta zona mucho antes de ser presidente. También fue la elegida de David Rockefeller cuando hace algunos años celebró en Argentina una reunión con banqueros latinoamericanos.

En La Paz es fácil imaginar tiempos pasados. Por las fotos viejas, por los muebles originales, el armario con espejos biselados, el sillón bergère y la cama-el colchón no, claro-. El baño es un espectáculo, con venecitas antiguas, la gran tina de patas  que conservan la grifería en francés: froid et chaud. Recuerde que puede pedir la habitación del propio Roca o la de Clara Funes, su mujer.

En los espacios comunes hay antiguas lámparas, verdures belgas (tapices) y mesas de comedor tan grandes que hoy cabrían en muy pocas casas. Todos estos rincones, igual que las frescas galerías, y los sillones blancos de ratán del jardín están ahí para que uno se sienta como en los viejos tiempos. Lo mejor de esta época, eso sí, puede probarlo en el spa de La Paz.

El parque de la estancia fue diseñado por el reconocido paisajista francés Charles Thays, en 1903. Tiene unas 70 hectáreas, con araucarias, eucaliptos, magnolias, ceibos, un ombú, tipas, un lago artificial y algunos olivos al lado de la capilla construida hace un par de años e inaugurada con el bautismo de la hija del basquetbolista cordobés que juega en la NBA, Fabricio Oberto.

En la casa todavía hay fotos en blanco y negro, que dan cuenta de las tardes ociosas y elegantes de principios del siglo antepasado. En las galerías amplias del casco de La Paz, construido en 1830, pasaron sus veranos destacados apellidos argentinos. En aquellos años, los veranos eran más generosos, duraban por lo menos dos meses y, como hoy, había mucho que hacer. En la piscina olímpica, la más grande de Córdoba en aquellos tiempos, se metían sólo los hombres, con trajes de baño enteros y largos. Después de la muerte de Roca, en 1914, su hijo -que llegó a ser gobernador de la provincia y vicepresidente del país- también pasó sus veranos en La Paz y enseñó a damas de sociedad el abecé del golf.

El 50% de los huéspedes de las estancias cordobesas es extranjero, muchos de ellos vienen de Estados Unidos, y si bien no conocen mucho la historia argentina, pero sí saben que en Córdoba se cazan palomas y se juega al polo. Justamente, el Club House con inmensos ventanales al campo, está listo para la próxima temporada de polo.

"En la zona las palomas son plaga, se comen el diez por ciento de la cosecha. Con la caza practicamos el turismo cinegético, de control de plagas", me cuenta Marcelo Scarafía, uno de los propietarios de La Paz, que recibe una buena parte de los mil cazadores que llegan cada año a la provincia.

Los extranjeros que andan por aquí prefieren los viajes libres al tour. A veces alquilan camionetas, pero otras se mueven solos, en taxis todo terreno, que no tienen nada que ver con una 4x4 japonesa. Peugeot 504, Renault 18, autos viejos con 200 mil kilómetros o más, y los mejores conocimientos sobre el ripio suelto y furioso. Como el de Mario Zalazar, el chofer que me dejó en Camino Real. O como el de Pablo Ponce, otro conductor acostumbrado a cruzar paisajes de paja brava, hierbas aromáticas y caseríos con patios de ropa tendida al sol. Dice que en un momento no le quedó otra que aprender inglés.

"Llevaba a unos turistas ingleses y necesitaba cargarle gas al auto. Entonces paré en una bomba de gasolina, pero no sabía cómo decirles que se tenían que bajar. Después de eso busqué una profesora de inglés en mi pueblo", dice Ponce, que ahora entiende lo básico y está acostumbrado a parar para la foto cada vez que ellos dicen stop.

EL CHAMPAQUÍ, EL TECHO DE CÓRDOBA
La Constancia es la última parada del circuito. Esta bien alejada, a unos 7 kilómetros de San Javier, el pueblo más cercano, en Traslasierra. La estancia queda al pie de los cerros y muy cerca del Champaquí. Con 2.886 m, el más alto de Córdoba.

Al Champaquí se sube a lomo de mula por el Camino de las Cabras, un sendero fino como un hilo de bordar, que por momentos pasa ahí nomás de los nidos de los cóndores. Por las tardes rosadas ellos salen de cacería, en busca de crías de cabras o de lo que encuentren indefenso. Las vistas del camino son largas y suelen terminar en algún dique de los tantos que tiene Córdoba.

Si bien a esta travesía se la llama cabalgata, no se sube a caballo sino en mula, un animal más resistente y resignado, que enfrenta dócilmente el suelo difícil y pedregoso. Ellas no se niegan a pendiente. Tienen un andar lento y cansino, pero constante. Si sube en invierno, sentirá en todo el cuerpo el frío de las sierras. A pesar de las medias, de las telas inteligentes, de las botas de cuero. El ascenso cuesta. Nada es de repente en este circuito. Todo cuesta.

Cada centímetro de tierra pisada, aunque sea por la herradura de la mula, dolerá al día siguiente. Quizás al otro día también. Es probable que, como pasa en un trekking exigente, en medio de la travesía se pregunte qué hago aquí, quién me mandó, por qué. "Sé que todos los turistas lo piensan en algún momento, aunque no me lo digan. Es más, vos misma, lo estarás pensando dentro de un rato", me dijo Luis Dorado, propietario de la estancia mientras volvíamos agotados del techo de Córdoba, como le dicen al Champaquí.

Tenía razón. Lo estaba pensando justo en ese momento. Pero al día siguiente, después de un buen descanso y un desayuno de reina, la travesía ya había entrado en la categoría de hazaña. Sólo hacía falta bajar de las sierras para empezar a contarla.

DATOS UTILES
- Cuál elegir y por qué

Una noche en una estancia de Córdoba cuesta entre US$ 130 y US$ 250 por persona, con pensión completa y actividades -cabalgatas, paseos en 4x4, salidas de trekking-  incluidas. Algunos establecimientos ofrecen programas combinados en dos estancias.

1. La Lejanía, Nono: Este lugar es perfecto para fanáticos de travesías en 4x4. El propietario, Henri Barret, es francés y organiza salidas de aventura -de pocas horas hasta varios días- ven su Land Rover de máxima potencia. Teléfono (54) 3544 498960.

2. La Constancia, a 7 km de San Javier:  Si se anima a subir al cerro Champaquí, con 2886 m, el cerro más alto de Córdoba, ésta es su estancia. También es un buen sitio para románticos. Por ahora, no acepta chicos. Teléfono (54) 3544 482826;

3. La Granadilla , San Clemente:  Ideal para ir en familia. Agustín Inaudi, uno de los propietarios, es experto en manejar grupos, y tiene voz y ánimo para las guitarreadas, f. (54) 351 4231530.

4. La Paz , Ascochinga: Es una estancia, pero por la atención se parece a un hotel boutique. Si le gusta la historia no lo piense. Hay spa y el green fee del cercano Ascochinga Golf Club está incluido en la tarifa. Teléfono (54) 3525 492073.

5. Dos Lunas , Alto Ongamira: Especial para cabalgatas por el área serrana de Los Terrones, con pastizales amarillos y curiosos terrones de piedra rosada, pegados a las Cuevas de Ongamira. Teléfono  (54) 911 62195390.

6. Camino Real, Santa Catalina: También se hacen cabalgatas, hay arroyo y el personal es especialmente agradable. La posada está a muy pocos kilómetros de la gran estancia jesuítica de Santa Catalina, una reliquia del siglo XVI (hay visitas guiadas). Teléfono (54) 351 6134287.

- Más opciones
1. Santa María de las Casas Viejas , Mina Clavero: Diez habitaciones, cuidada gastronomía con productos de la zona, paseos a caballo y excursiones al Parque Nacional Quebrada del Condorito. Teléfono  (54) 3544 17570995.

2. Haras Ampascachi. Nono: El establecimiento está dedicado a la cría, adiestramiento y comercialización del Caballo Peruano de Paso. Tiene once habitaciones en una casona colonial de mediados de siglo 19. Teléfono (54) 351 422125;.

3. San Pedro Viejo, Deán Funes: Un hotel de campo en una antigua posta y cerca de una de las capillas más antiguas de la provincia. Hay caballos peruanos, salidas de avistaje de aves y hasta cursos de telar. Teléfono  (54) 351 155293682.

4. La Rosada, Ischilin: Antiguo almacén de ramos generales convertido en casa de campo. Teléfono  (54) 03521 423057.

5. La Isabella, Del Campillo: Una estancia tradicional en funcionamiento, con más de cinco mil vacas y la posibilidad de que el viajero aprenda las tareas del campo, trabajando a la par de los empleados. Teléfono (54) 3583 499254.

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