Entre la información entregada por la prueba PISA 2015, llamó la atención de las autoridades la alta tasa de repitencia que presentan los alumnos en Chile. Uno de cada cuatro alumnos (de hasta 16 años) reporta haber repetido de curso, lo que nos ubica como el quinto país con la tasa más elevada dentro de la OCDE. Si bien este indicador es relativamente alto, no parece conveniente precipitar conclusiones. De los datos no se observa una relación estrecha entre dicha variable y calidad. En efecto, Bélgica, el país con mayor tasa de alumnos repitentes, y otros con niveles similares a la de Chile, como Holanda, se encuentran entre los de mejor desempeño según PISA. Sin embargo, ello no significa que no deba prestarse atención al tema.

La evidencia empírica concluye que, en general, la repitencia no genera beneficios para los alumnos afectados y tiene ciertos costos asociados, tales como impactos negativos en la motivación de profesores y alumnos, como asimismo potenciales efectos en deserción. Además, el año adicional implica costos económicos que deben ser cubiertos. Sin embargo, y dada la variabilidad de razones que pueden fundamentar esta decisión -problemas de salud, embarazo, ausentismo, retrasos respecto al nivel de conocimientos que repercutirán a lo largo del resto de la vida escolar, entre otras- los efectos en aprendizajes son desiguales entre los alumnos.

De este modo, siendo una preocupación válida, no debieran forzarse desde el nivel central recetas únicas respecto al mejor método para lidiar con este fenómeno. Por el contrario, parece más adecuado dejar estas decisiones en manos de las familias y de los propios establecimientos educacionales, los cuales están en mejor posición para evaluar, respecto de cada alumno, los costos y beneficios de ser promovido de curso.