Afganistán: fuerte autocrítica de Joe Biden

FILE - In this Aug. 22, 20121 file photo provided by the U.S. Air Force, service members prepare to board evacuees onto a C-17 Globemaster lll on Sunday, Aug. 22, 2021, at Al Udeid Air Base, Qatar. Qatar played an out-sized role in U.S. efforts to evacuate tens of thousands of people from Afghanistan. Now the tiny Gulf Arab state is being asked to help shape what is next for Afghanistan because of its ties with both Washington and the Taliban insurgents now in charge in Kabul. (Airman 1st Class Kylie Barrow/U.S. Air Force via AP, File)

Por Pablo Lacoste, del Instituto de Estudios Avanzados de la Usach

La decisión del Presidente de EE.UU., Joe Biden, ha causado un cambio revolucionario en la política global y plantea la necesidad de revisar completamente las bases epistemológicas de la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales.

Biden ha cuestionado frontalmente la política exterior de EE.UU. en Afganistán, apoyada por la OTAN y consentida por la comunidad internacional durante veinte años. Además, ha puesto en tela de juicio los supuestos teóricos de los cientistas políticos y expertos en relaciones internacionales.

A pesar de lo que sostienen los principales analistas y comunicadores, la situación de Afganistán 2021 es totalmente distinta a la de Vietnam de 1975. En Vietnam, el ejército de EE.UU. sufrió 58.000 muertos, y solo mantuvo algo de control territorial con el despliegue permanente de 500.000. Las fuerzas de Vietnam del Norte organizaron una lucha militar intensa y constante para alcanzar la victoria. Y cuando el número de bajas propias se tornó intolerable, el gobierno de EE.UU. capituló. En cambio, en Afganistán, la situación fue distinta. EE.UU. perdió 2.500 vidas en esta guerra. Sus adversarios fueron mucho más sutiles, y realizaron una batalla cultural, no violenta. EE.UU. se mantuvo allí con una inyección gigantesca de dinero para “civilizar” el país siguiendo las recomendaciones y enfoques de los cientistas políticos de la escuela angloamericana, tomando el “Estado Moderno” como único modelo legítimo, e ignorando completamente la identidad cultural del pueblo afgano.

Joe Biden detectó esta falencia, y comprendió que no se podía perpetuar la presencia de EE.UU. en ese lugar, a pesar de la aparente calma y los presuntos “buenos resultados” que estimaban los asesores, consejeros y expertos. Por este motivo, ordenó el repliegue, y dejó al desnudo la inconsistencia de esos enfoques teóricos de política sin cultura.

La información que llega diariamente de Afganistán, mediada por profesionales, militares, periodistas y analistas formados ideológicamente en la escuela angloamericana, sufre una distorsión notable. Todos se asombran del rápido desmoronamiento del gobierno pelele que sostuvo EE.UU. durante 20 años en Afganistán, sin considerar por un momento, la perspectiva del otro.

¿Cuál es esa perspectiva? Es lo evidente y se resume en siete puntos clave

1-Invasión ilegítima: En 2001 EE.UU. invadió Afganistán en busca de un sujeto acusado de autor intelectual del atentado del 11/S. Ello sería equivalente a que, dentro de EE.UU. o Brasil, la policía arrasara una población o favela o barrio popular completo porque allí se hubiera refugiado un delincuente. En ningún país de Europa o América sería aceptable esa conducta.

2-Cruento resultado: La invasión de EE.UU. a Afganistán causó la muerte de 170.000 afganos. Es una cifra escalofriante para cualquier país. Ello representa cinco veces la cantidad de muertos de la Guerra del Pacífico y 200 veces los muertos de la Guerra de las Malvinas.

3-El estigma de la droga: EE.UU. deja Afganistán con 224.000 hectáreas de cultivo de opio, como pilar de la economía. Una vez más, potencias de Occidente penetran en Asia por la fuerza e imponen el negocio de las drogas; una renovación de lo que fue la guerra del opio, impulsada por Inglaterra y Francia para abrir el mercado chino al consumo masivo de opio en el siglo XIX, del cual China tiene plena memoria en la actualidad.

4-Identidad y cultura: decisión de imponer el american way of life en un país como Afganistán, sin tener en cuenta para nada su identidad cultural, fue un abuso de poder, que no tenía posibilidades de generar ningún resultado permanente. Los cientistas políticos angloamericanos no fueron capaces de advertir con claridad que la experiencia occidental, para pasar del teocentrismo medieval hacia la secularización del Estado, fue un proceso lento y complejo, signado por un camino doloroso de experiencias, prueba y error; fue necesario transitar casi mil quinientos años de reflexiones, conflictos y crisis, pasando por la Reforma, las Guerras de Religión (noche de San Bartolomé, guerra de los 30 años, etc.), el Renacimiento, el Barroco y mil guerras internas, hasta alcanzar niveles de tolerancia y reconocimiento de la diversidad cultural. De todos modos, todavía hay contradicciones y aspectos polémicos que todavía no se han solucionado como el culto a la industrialización y el consumo ilimitado, bases ideológicas de la crisis ambiental. Los pueblos musulmanes tendrán que transitar sus propios caminos, sin intervención militar externa.

5-Bella Ciao: El enaltecimiento del que lucha contra el invasor, en defensa de su propio país, es un patrón universal que, en este caso, favorece y legitima al Talibán. La independencia nacional surge como un resultado de su heroica resistencia. Este grupo construye el relato de la emancipación frente a la invasión extranjera, tal como hicieron los patriotas latinoamericanos con el imperio español, los españoles con la invasión napoleónica, y los franceses, italianos y rusos con la II Guerra Mundial. Asumirán el papel de héroes nacionales. Un buen ejemplo artístico de esta sensibilidad es la canción Bella Ciao, conocida mundialmente a través de la serie “La Casa de Papel” (Netflix), himno de unidad nacional en Italia, como símbolo de resistencia frente a la invasión extranjera.

6-Justicia y no impunidad: La invasión de EE.UU. causó 170.000 muertos y ahora, el pueblo que recuperó su libertad, pide justicia y “no a la impunidad”. Políticamente, ningún gobierno podrá sostenerse en el poder en Afganistán si no atiende este reclamo social.

7-Basta de corrupción y narcotráfico: El nuevo gobierno se ha comprometido a terminar con la corrupción del Estado (muy evidente en el gobierno pelele que huyó del poder) y con los cultivos dedicados al narcotráfico.

Estos siete puntos ayudan a comprender las facilidades que encuentra el grupo Talibán para afirmar su legitimidad dentro de su territorio, y el rápido derrumbe del gobierno pro EE.UU. con sus 300.000 tropas fuertemente entrenadas, armadas y financiadas.

A pesar de sus enfoques autoritarios y brutales hacia la mujer, el gobierno talibán tiene una gran oportunidad de consolidar su poder y su legitimidad, debido, precisamente, a la victoria frente al invasor. Es lo que hubiera pasado con la dictadura militar de Argentina, en caso de lograr la recuperación de las Malvinas.

En este sentido, la brutal invasión de EE.UU. servirá para perpetuar un régimen brutal y despiadado con las mujeres. Ahora va a resultar muy difícil que esa situación cambie. Lo más probable es que el Talibán se sostenga durante un largo tiempo al frente de Afganistán para dolor infinito de los 20 millones de mujeres que allí viven.

La legitimación de un grupo radical como efecto secundario de una intervención militar no es un caso aislado sino un patrón; los últimos atentados en el aeropuerto de Kabul fueron realizados justamente, por otro actor similar: fue ejecutado por una rama del llamado Estado Islámico (Daesh), el cual surgió en Irak, como reacción a la invasión de EE.UU., a partir de la convocatoria a “resistir al invasor”. Será una situación parecida a la de Cuba, donde la invasión de EE.UU. a Bahía de Cochinos no hizo más que legitimar una autocracia brutal y violadora sistemática de derechos humanos durante 60 años.

El presidente de EE.UU. ha comprendido todo esto. Realizó una autocrítica profunda de la política exterior que sostuvo su país durante veinte años, y se propuso reconocer el error, abriendo el camino para una nueva etapa en la política mundial.

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