Opinión

“Blufocracia”

Después de cuatro años perfeccionando el arte de disfrazar volteretas como declaraciones de pragmatismo, madurez y aprendizaje, la izquierda gobernante ha consolidado una sorprendente habilidad: ajustar sus opiniones ante nuevas circunstancias y moldear su narrativa cuantas veces sea necesario. Estos giros constantes y calculados, claramente más estratégicos que honestos, constituyen episodios de lo que Ball y Greenway han denominado la “blufocracia”, es decir, el blufeo cotidiano como mecanismo de navegación política. Es evidente, sin embargo, que cuando el “cambio de opinión” responde al cálculo más que a la convicción, lo que queda, lejos de ser liderazgo, es puro oportunismo.

En conversación con TVN, Jeannette Jara (PC) dio un nuevo giro “recalificando” el régimen cubano. Lo que en abril había presentado como un “sistema democrático distinto” se transformó, semanas después, en un “sistema político distinto”, con la aclaración de que los problemas de Cuba eran, sobre todo, fruto del bloqueo y de su condición insular. La candidata dejó claro que, aunque no se trate de una democracia, los cubanos debían resolver “sus problemas” sin injerencias externas.

El objetivo es evidente: seducir a electores moderados e indecisos, mostrando que la flexibilidad táctica puede, en apariencia, reemplazar la convicción. Pero en política, nada es gratuito, y este ajuste ha implicado la necesidad de “matar al padre”: Jeannette Jara tuvo que tomar distancia de figuras históricas de su propio partido, renegociando vínculos que alguna vez parecieron inquebrantables para avanzar en su campaña presidencial.

En concreto, Jara reconoció que mantienen “opiniones distintas en muchas cosas” con Lautaro Carmona y que, a veces, cada uno entiende de manera diferente la responsabilidad de asumir la candidatura presidencial. Describió esta divergencia como una especie de “falta de fraternidad”, un distanciamiento que, según sus palabras, también se traduce en ausencia de cercanía y afecto dentro del partido. A la luz de lo anterior, queda claro que, además del pragmatismo electoral de la candidata, el PC defiende sus propios espacios y ventila diferencias cuando lo considera necesario; por cierto con un también claro pragmatismo electoral.

Si Jara llega a gobernar, no cabe duda de que los giros continuarán. La misma habilidad que hoy muestra para seducir electores indecisos se desplegará ante los desafíos del poder. Esta capacidad camaleónica, más que un signo de adaptabilidad, representa un riesgo real: un liderazgo gobernado por el cálculo constante de conveniencias destruye la confianza. La política, que ya es un terreno de negociaciones complejas, requiere al menos un mínimo de constancia en principios y convicciones.

Pero probablemente la consecuencia más insólita e inesperada, es que esta campaña transformada en un espectáculo de giros calculados parecería estar paulatinamente quedándose sin candidatos de izquierda. Cuando la candidata del PC comienza a poner el énfasis en la seguridad, el crecimiento y termina condenando a sus históricos regímenes hermanos, el mundo que conocimos parece haberse reconfigurado por completo. Algún ingenuo podrá ver aquí un giro evolutivo, pero cualquier ojo razonable se da cuenta de que le están mintiendo.

Por María José Naudon, abogada.

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