Brújula
En estos días en que se desata nuevamente el febril estado de toda contienda electoral, en esta ocasión presidencial y parlamentaria, es conveniente revisitar los ensayos y columnas del destacado académico Juan Pablo Luna en su libro “En vez del optimismo”. Impacta rápidamente como premonitoriamente anticipó algunos sucesos de los últimos años, y escenarios que hoy parecen realidades asentadas.
Así, resulta imposible abstraerse del ciclo de conflicto violento por el que atraviesa Chile, en los términos que detalla -citando a Peter Turchin-, y como concurren los tres parámetros que lo identifican, a saber: desigualdad, fragmentación de las élites políticas y económicas, y estados débiles con una capacidad fiscal deteriorada. A ello se añade la presencia del crimen organizado, algo que Luna ya preveía en el 2017 pero que nuestra política prefirió ignorar.
Por lo anterior, viendo la canibalización de la derecha, así como el intenso conflicto al interior de la izquierda donde ni siquiera el pétreo Partido Comunista parece lograr unificar posiciones en torno a la camaleónica candidatura de Jeannette Jara, es preocupante pensar en el futuro escenario económico y social de Chile.
En efecto, la izquierda hoy liderada por sus sectores más extremistas, parece resignarse a ser oposición sin explicitar con claridad que renunciaran al recurso de la violencia, empleado durante el gobierno del Presidente Piñera. Su compromiso democrático es feble, y prueba de ello son algunas candidaturas parlamentarias surgidas del seno del refundacional proceso constituyente que buscaba instalar la discordia y división entre los chilenos. Los casos de Elisa Loncon, Jaime Bassa o Hugo Gutiérrez son emblemáticos. También la provocativa candidatura de Daniel Jadue que busca eludir la acusación del Ministerio Público por fraude al Fisco y otros delitos, accediendo al fuero propio de un diputado.
Por su parte, la actual oposición que aspira a gobernar no ha hecho un genuino esfuerzo para integrar en sus programas una narrativa que capture decididamente las necesidades del país. Kast acierta en identificar el proceso de decadencia que nos acerca a un Estado fallido, e insta por un cambio radical, pero necesita aún generar una mayoría significativa para implementarlo. Matthei por su lado parece apostar a una suerte de neopiñerismo con el cual el país transite con cierta pausa hasta enderezar el rumbo, soslayando la urgencia del momento.
Esto no es buena ni sana política y por lo mismo, cualesquiera sean las fuerzas que se impongan, puede exacerbarse la disputa en lugar de pavimentar un camino común por el bien de todos los chilenos. Solo un esfuerzo conjunto y ampliamente mayoritario permitirá romper el largo y perverso ciclo de conflicto que detonó el 2019 y que nos tuvo al borde del abismo el 2022. Chile aún puede corregir su brújula, iniciando un nuevo ciclo de cooperación y avance social como en otros momentos de su historia. Si no, sugiero seguir leyendo a Juan Pablo Luna.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, U. de Chile
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