Cambio climático

Gobierno advierte deterioro en déficit hídrico y que 2021 podría cerrar igual que 2019, el año más seco de la historia

El gran ausente en los debates presidenciales ha sido el cambio climático. Ad portas de la inauguración de la COP 26 y teniendo presente el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU, que declara como un hecho innegable el calentamiento global producto principalmente de la actividad humana y que de no reducirse de forma inmediata y a gran escala las emisiones de gases de efecto invernadero será imposible limitar el calentamiento global a incluso 2°C, sorprende que en los debates presidenciales el cambio climático no haya sido tema.

El cambio climático es un fenómeno global, pero afecta a cada región del planeta de forma diferente y con intensidades distintas. La distribución de los efectos negativos del calentamiento global es injusta. Los países más susceptibles no son necesariamente los que más contribuyen con las emisiones de gases invernadero. Según la Agencia Internacional de Energía, los países que más emitieron dióxido de carbono en 2018 fueron China, USA, India, Rusia, Japón y Alemania. Si controlamos por la población, existe una alta correlación entre la emisión de CO2 y el producto per cápita del país. La data nos muestra que el número de personas y los altos estándares de vida son dos factores claves en la generación de gases de efecto invernadero, sin embargo, en promedio, los países subdesarrollados están más expuestos a los efectos del cambio climático. Por otra parte, los países que más contribuyen a la captura del dióxido de carbono son precisamente los países de las regiones menos desarrolladas, como Sudamérica y África, con baja densidad poblacional, bajos estándares de vida y todavía ricos en recursos naturales.

Según el Índice de Global Climate Risk (2019), Chile se encuentra dentro de los 30 países más vulnerables, a pesar de contribuir poco a la emisión de CO2. El cambio climático ha afectado las precipitaciones, causando extremas sequías en la zona central del país y lluvias intensas en el desierto que causan aluviones. Nuestras costas han experimentado con mayor frecuencia en la última década marejadas y erosión, y nuestros glaciares y permafrost se están derritiendo de forma acelerada. Nuestros frágiles ecosistemas y su biodiversidad están en peligro: el 66% de nuestras especies nativas están bajo amenaza y el 11% en estado crítico. Tenemos que actuar ahora, pero no es suficiente si no existe un esfuerzo global, especialmente de los países que más contaminan.

El cambio climático exige una política de Estado que mire el mediano y largo plazo, pues de lo que se trata es de asegurar nuestra propia sobrevivencia y la de las futuras generaciones. Resulta absolutamente ingenuo pensar que el camino para abordar este desafío global sea el decrecimiento, es decir, reducir la producción y el consumo. Una economía sostenible solo es posible si, y solo si, es socialmente sostenible, es decir, no afecta negativamente el bienestar social. El camino no está en bajar el estándar de vida, sino una vez más en la ciencia, la innovación y la tecnología. La inversión en educación e investigación científica es clave para el futuro de nuestro país, pues de ello depende en parte importante nuestra capacidad de adaptación y posibilidades de mitigación. Es de esperar que en las semanas que quedan podamos escuchar a los candidatos presidenciales sobre estas materias donde se juega el futuro de Chile.

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