Columna de Álvaro Ortúzar: Yo soy gabrielista



No es extraño que el diputado Ibáñez demuestre su cercanía e intimidad con el Presidente Boric. Ahora acuñó la idea de que existe un “antigabrielismo”, es decir, obstruccionistas al programa y a los proyectos originales del mandatario. Esto en parte es verdad, y posiblemente se debe a que el Presidente comprometió un plan de gobierno que se acerca mucho a los ideales del Partido Comunista y sus aliados más cercanos dentro del Frente Amplio. Pero después, cuando el Presidente aprendió que llevarlo a cabo tal como se diseñó concitaba un profundo rechazo ciudadano, tuvo la habilidad política (que hay que reconocerle), para encauzarlo lo más cercanamente posible a las aspiraciones de la mayoría de las personas. De allí que sus prioridades actuales se equilibren entre la necesidad de progresar económicamente y dar seguridad a la población. En otras palabras, ser realista y pragmático. Esto resulta intolerable para una parte de los autores del proyecto original de gobierno, aunque de ello se siga la paradoja de que terminan siendo éstos quienes obstruyen -no el programa, evidentemente- sino las prioridades del Presidente en momentos de crisis.

Si estas discrepancias toman vuelo y exigen que se aplique el programa a la letra, es porque asumen conscientemente que generarán una lucha de facciones políticas internas cuyo costo puede causar un severo daño al propio Presidente y al país. Para entender este atrevido desafío contra su líder, es necesario recordar que el ideario del comunismo supone la lucha dentro del desorden, sueña con el totalitarismo y la hegemonía del Estado como única autoridad sobre las personas. De hecho, el intento de imponer una Constitución que destruía las bases de la República y sojuzgar a los poderes constituidos, es un buen ejemplo. Lo mismo ocurre con el delincuencial octubrismo, el más feroz y violento de sus intentos para desestabilizar y derrocar al anterior Presidente de la República. Hoy mismo los estamos viendo en el caso del formalizado alcalde Jadue, en que se movilizan por las calles y llegan al Centro de Justicia en un deliberado desafío a un tribunal, buscando intimidarlo.

De lo anterior resulta que el diputado Ibáñez, al hablar de “antigabrielismo”, en el fondo reclama porque el Presidente se está alejando del ideario comunista. Su verdadera protesta es contra él porque el programa de gobierno fracasará en la imposición de leyes estatistas. Lo que no tuvo en cuenta el parlamentario es que despertó el interés de muchos ciudadanos en mirar la historia. No hace tantos años, la estrategia del comunismo fue la misma de ahora, presionar con discursos y manifestaciones para exigir el cumplimiento del programa de izquierda marxista. Y la historia enseña que muchos podemos volvernos “gabrielistas” -hasta el propio Presidente- pero evocando a Gabriel González Videla.

Por Álvaro Ortúzar, abogado

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