Columna de Danae Navarrete y Nicole Charney: Infancia y adolescencia, un grito sin voz

Los niños tuvieron que vivir el 2020 encerrados debido a la pandemia. La reapertura de escuelas sería clave para mejorar su salud mental.


“No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad, que la forma en que trata a sus niños”, dijo alguna vez Nelson Mandela. La pandemia del Covid viene a dejar en evidencia, una vez más, la invisibilización de la infancia y adolescencia: un grupo que históricamente ha sido olvidado por una sociedad exitista, adultizada y descuidada en proveer y garantizar el bienestar de niños, niñas y adolescentes.

Los niños y niñas más pequeños han limitado radicalmente su campo sensorial y experiencial. Han dejado de percibir y discriminar ruidos, olores, imágenes y sensaciones. El mundo al que antes los invitábamos a explorar, hoy es peligroso.

Los adolescentes que necesitan a sus pares como referentes, no los han tenido. Han sido prisioneros en cuerpos que ellos mismos desconocen. Su proceso natural de encontrarse a sí mismo a través del reflejo de otros, ya no está.

En nuestro país la deserción escolar ha aumentado desproporcionadamente, volvemos a ver niños con indicadores de desnutrición que no se registraban hace 40 años, ha aumentado la obesidad infantil, y esos son sólo algunos indicadores evidentes del cierre de colegios. La crisis sanitaria está teniendo implicancias en la salud integral de niños y adolescentes y los niveles de alerta de nuestro cerebro están exacerbados. Si hay un espacio apropiado, primordial y transversal que puede colaborar en la reparación y protección de niños y adolescentes es el colegio.

Los colegios necesitan abrir sus puertas en la medida que las condiciones sanitarias lo permitan, pero no exclusivamente como “establecimientos educacionales”, sino como espacios de encuentro. Niños y niñas necesitan volver a verse, reconectar con sus pares y profesores y reencontrarse con experiencias de seguridad que puedan ir alivianando los efectos del encierro. Si realmente estuviéramos escuchando sus necesidades, los colegios deberían ser los primeros en abrir y los últimos en cerrar.

Es urgente poner el foco en ellos y definir criterios justos que de alguna manera mitiguen los efectos nocivos que la pandemia está marcando en su desarrollo. Somos los adultos quienes debemos escucharlos y asumir nuestra responsabilidad cívica y social con quienes más nos necesitan y tan olvidados tenemos.

* Danae Navarrete y Nicole Charney son psicólogas clínica infanto-juvenil de Theraplay Chile.

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