Columna de Gloria de la Fuente: Acuerdo y un nuevo contrato social

Foto: Andres Perez


Por estos días se presentó el informe global de la democracia de Idea Internacional, que tiende a coincidir con otros reportes de este mismo tipo: la democracia se ha ido deteriorando alrededor del mundo o, dicho de otro modo, la calidad de la democracia está en declive. En Chile no estamos ajenos a esta realidad, porque pese a que no estamos mal posicionados a nivel regional, persisten problemas en ámbitos como los derechos sociales e igualdad, participación de la sociedad civil y mecanismos de democracia directa. Asumiendo que la democracia es una construcción permanente, el informe sugiere avanzar hacia el rediseño de los contratos sociales, lo que supone un nuevo trato social entre gobernantes y ciudadanos, respondiendo a sus demandas de desarrollo. Dicho así, parece simple, pero buscar caminos de entendimiento en tiempos de desconfianza y de amenaza autocrática y populista no es una cuestión fácil de resolver. En tal sentido, haber logrado reencauzar el proceso constituyente en Chile a través del amplio acuerdo alcanzado esta semana por líderes y representantes políticos es, a todas luces, una buena oportunidad para nuestro país.

Un nuevo contrato social es más que una nueva Constitución, pero ella es imprescindible para fijar acuerdos básicos sobre valores y principios, derechos fundamentales y organización del poder. Generado ese entendimiento es posible desarrollar el marco institucional que dé forma a esta idea de país, a través de normas habilitantes y políticas públicas que sean sostenibles en el tiempo y que satisfagan las necesidades de la ciudadanía. Todo ello requerirá, grandes mayorías y, a buena hora, la revalorización de la generación de acuerdos.

Por cierto, el acuerdo alcanzado no ha estado exento de críticas, como si éste fuera una especie de “cocina” hecha por “los políticos de siempre” y por los partidos. Curiosamente, muchas de estas críticas provienen de personas vinculadas al mundo político, paradójicamente, representantes (es como negarse a sí mismos). Otras tantas provienen de quienes ven siempre con sospecha la representación política (estarán, tal vez, pensando en una fórmula de asamblea o democracia directa) y, otras tantas, bastante atendibles, han manifestado preocupación por las reglas que aún restan por definir y la necesidad de encauzar adecuadamente el proceso, porque aún hay un largo camino por recorrer.

Es evidente que en Chile la derrota del Apruebo el 4/S no puede leerse como la desaparición de las múltiples demandas y malestares que llevaron a nuestro país a un estallido social. Por la misma razón es preciso tener presente que mientras se vaya generando la discusión de la nueva Constitución, el país no se congela, por lo que avanzar en otras materias relevantes, como seguridad, reforma a las pensiones o tributaria, sigue siendo una necesidad de responder a las prioridades de la ciudadanía.

El camino será largo, porque el solo plebiscito ratificatorio del texto, de ser aprobado, supondrá otro largo camino de implementación, pero sigue siendo necesario hacer una apuesta relevante por un nuevo pacto social. Mal que mal, si en el mundo la democracia está en riesgo, tal vez encontremos una oportunidad de dar un ejemplo que, como sociedad, podemos ir resolviendo nuestros conflictos por la vía institucional a través de las grandes mayorías y procurando que nadie se quede atrás. Eso será, por cierto, responsabilidad no sólo del mundo político o del poder constituido, sino que del verdadero poder constituyente que radica en la ciudadanía. Es de esperar que esta vez no desaprovechemos esta oportunidad.

Gloria de la Fuente, Escuela de Gobierno, UC.

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