Columna de Gonzalo Cordero: Irreductibles

Boric CAE


La mayoría aprende tarde -si es que lo aprende- que la perseverancia es la mayor virtud en todas las actividades de la vida. Ni el talento, ni la suerte, ni la cuna, son tan eficaces como la perseverancia. A veces, es el producto virtuoso de un espíritu firme o puede ser sólo expresión del odio o la envidia. Valjean y Javert son probablemente los mejores modelos que nos entrega la literatura.

Los últimos días encontramos buenos ejemplos de la voluntad irreductible de quienes nos gobiernan por dar forma a su modelo de sociedad y por reivindicar su pasado, sin importar la opinión mayoritaria de las personas o la abrumadora evidencia en contra de sus acciones.

El Ministerio de las Culturas organizó en el Archivo Nacional el seminario “Mi felicidad es la lucha”, orientado a reflexionar acerca de “como la estrategia política y la experiencia organizativa del MIR puede iluminar las luchas populares contemporáneas enlazando pasado y presente para proyectar nuevas formas de resistencia”. A esta joya de la gestión gubernativa se sumó el Presidente de la República que, como se informó eufemísticamente, visitó el Archivo Nacional mientras los asistentes reflexionaban.

¿Qué fue el Movimiento de Izquierda Revolucionario: un grupo violentista radicalizado que buscaba destruir la “democracia burguesa” por las armas o un modelo para las nuevas generaciones? Contra el peso de la historia y el fracaso ostensible de los regímenes que estos revolucionarios impulsaban, las nuevas generaciones de izquierda los elevan a objeto de estudio en el que buscan encontrar la luz que los guíe en sus luchas presentes. No hay, por cierto, un atisbo de reproche ético a ese pasado, sino solo su reivindicación con el dogmatismo acrítico del fanático.

Poco después el gobierno presentó, con indisimulada oportunidad electoral, su proyecto para terminar el CAE. El resultado concreto es que estamos frente al intento desembozado de aplicar un golpe demoledor a la educación superior privada. En pocos años los objetivos prioritarios de la izquierda que nos gobierna han quedado a la vista. Para ellos y ellas, faltaba más, son intolerables las AFP, las Isapres y la educación privada en todos sus niveles.

Los esfuerzos por terminar con cada uno de estos sectores son más o menos eficaces, eso depende de las posibilidades reales o de la correlación de fuerzas, para usar el lenguaje de la época del alabado MIR, pero el objetivo es indudable: acercar al precipicio, todo lo que se pueda, los pilares sobre los que se ha construido una sociedad cultural y económicamente más o menos libre.

Es que a la izquierda latinoamericana se le pueden reprochar muchas cosas, pero nunca su falta de determinación, la voluntad para reivindicar, sin sonrojarse, sus raíces y perseverar en su proyecto. Estarán equivocados; habrán fracasado allí donde han logrado instalar su modelo; harán imposible, y por cualquier medio, gobernar a cualquiera que no sean ellos, pero si hay algo que no se les puede negar es que son irreductibles.

Por Gonzalo Cordero, abogado