
Columna de Gonzalo Cordero: Jefe de Estado

Soy presidencialista, creo que en nuestro país se ha forjado una cultura que marca una impronta de responsabilidad en nuestros gobernantes y que ha sido esencial en los momentos críticos de la República.
Desde la abdicación y posterior autoexilio de O’Higgins; la consolidación de las instituciones de Manuel Montt; la inmolación de Balmaceda; la austera soledad republicana de Jorge Alessandri; el sentido de país de Eduardo Frei Montalva; Patricio Aylwin enfrentando a sus partidarios, diciéndoles que Chile es de civiles y militares, en el momento que eso era más difícil y más valioso; Ricardo Lagos resistiéndose a seguir a Estados Unidos en una guerra que el tiempo demostró injusta, al menos en su fundamento aparente; Sebastián Piñera preocupado desde el día uno que todos los chilenos tuvieran vacunas, en una carrera contra el mundo. En fin, prácticamente podría resaltar a cada Presidente y es una injusticia, impuesta por la limitación de espacio el no hacerlo.
Para mencionar el más lejano a mis ideas, aquel del que soy más crítico, el expresidente Allende, no puedo dejar de reconocer que se resistió a aceptar la tuición que Fidel Castro intentó ejercer sobre él, digno gesto de autonomía que, al parecer, el líder de la revolución cubana nunca le perdonó del todo.
Con genuina preocupación de ciudadano -no de adversario político- observo que al Presidente Boric le cuesta encontrar el tono de Jefe del Estado, prima en él su proyecto político, legítima inspiración del dirigente partidario, pero incompatible con el rol de Presidente de todos los chilenos.
Esta semana dos episodios desnudaron esta falencia. Primero, la incomprensible decisión de no promover a Claudio Grossman para integrar la Corte Internacional de Justicia. Se trata del jurista chileno más reconocido en el mundo en derechos humanos y transversalmente respetado. Lo más importante, incluso más allá de sus tremendos méritos personales, es que el interés de Chile era el que llamaba a promoverlo; sin embargo, al parecer apoyaremos a un extranjero que ha litigado en contra nuestra, pero es afín a la causa del socialismo latinoamericano.
En otro episodio incomprensible, el Presidente envió un mensaje directo a la exconvencional Constanza Hube para reprocharle opiniones que ella había emitido en una red social. No puedo -ni quiero- juzgar intenciones, pero me parece impropio que la autoridad política más poderosa del país dirija mensajes privados, que versan sobre críticas públicas. No corresponde a los estándares de una democracia abierta y aparece, o es razonable interpretarlo, como un acto de amedrentamiento. Las críticas públicas se rebaten en público, bajo las reglas y con las armas del debate democrático.
Chile vive momentos complejos, crece la polarización y el próximo plebiscito nos enfrentará a una disyuntiva que, para muchos, pone en riesgo nuestra democracia, más que nunca necesitamos un Jefe de Estado capaz de asumir el rol que los chilenos le hemos confiado a nuestros presidentes.
=
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.