
Columna de Héctor Soto: El desfondamiento
Hasta aquí la oposición estaba complicada por la amenaza electoral de la diputada Pamela Jiles. Ahora, simplemente se dejó secuestrar por ella, entre otras razones porque es difícil explicarle a la ciudadanía que su liderazgo es tóxico mientras su proyecto emblema es ovacionado por los mismos políticos que intentan vetarla de entrada.
Ya lo dijo la expresidenta: cada día puede ser peor. No está de más recordarlo tras la semana en que el escenario político dio otro paso más a su degradación. Quizás la cautela y el realismo sugieren no sobredimensionar lo sucedido. Efectivamente, es difícil, muy difícil, para los parlamentarios que van a la reelección oponerse a una iniciativa como el tercer retiro de los fondos de pensiones. En no pocos casos esa decisión equivale a perder, ahora ya, la reelección. En los menos, algunos diputados tienen todavía algún margen de maniobra. Siendo así, hacer mucho caudal de la agonía y deserción en fuga de las huestes de Chile Vamos a raíz de este episodio puede ser una exageración. Hay mucho de eso, claro. El decoro se fue al diablo. La política, sin embargo, salvo casos bien excepcionales, pocas veces tiene que ver con la decencia y casi nunca con el comportamiento heroico. Así y todo, no obstante, hechos los descuentos del caso, lo ocurrido es un indicador del extremo al que hemos llegado. Ya no mandan las razones. Tampoco hay liderazgos que ordenen. Lo que digan los expertos importa un rábano. Da lo mismo si se trata de buena o mala política pública. Da lo mismo que, a partir de este resquicio abierto por las reformas constitucionales, grandes sectores de la población se están comprando un problema de enormes proporciones para el día en que tengan que pensionarse. Lo importante es soltar plata fresca ahora y salir en la foto a como dé lugar. Lo importante es no desentonar en la manada. Lo importante es asestar una derrota contundente al gobierno y continuar cavando la tumba definitiva, ahora por la vía del desfondamiento, del sistema privado de pensiones.
Obviamente el triunfo del proyecto en la Cámara de Diputado es un triunfo para la diputada Pamela Jiles, que no solo es quien más se jugó por la iniciativa, sino también quien más complica al arco opositor. Medio mundo en ese sector reconoce que no es bueno legislar así. El otro medio no oculta su incomodidad de aparecer en el mismo carro que ella encabeza. Pero, curiosamente, todos se someten a su libreto al momento de la verdad y, al hacerlo, terminan respaldando no solo su populismo desembozado, sino también su estilo de hacer política. Hasta aquí la oposición estaba complicada por la amenaza electoral de la parlamentaria. Ahora, simplemente se dejó secuestrar por ella, entre otras razones porque es difícil explicarle a la ciudadanía que el liderazgo de la diputada es tóxico mientras su proyecto emblema es ovacionado por los mismos políticos que intentan vetarla de entrada. En qué quedamos, se pregunta la gente con razón, mientras ella sigue subiendo en todos los sondeos de la elección presidencial.
Si habrá o no tercer retiro dependerá mucho de los términos en que puedan operar las instituciones. El gobierno ya anticipó que acudirá al Tribunal Constitucional. El único consuelo para La Moneda es que fracasó la reforma al articulado permanente, que pretendía suspender la iniciativa exclusiva presidencial en temas económicos y previsionales durante estados de catástrofe. Para esto no alcanzaron los votos díscolos del oficialismo. La posibilidad, por lo mismo, de que el tercer retiro se caiga en la suprema instancia constitucional es atendible. El tribunal ya declaró fuera de la ley esta iniciativa parlamentaria con el voto dirimente de María Luisa Brahm. Y si ahora resuelve otra cosa, porque hay mucho mar de fondo en esa magistratura, bueno, el Presidente habrá hecho lo que le correspondía y significa que el país quiere seguir estrujando el horizonte operacional de las AFP.
La oposición ya manifestó que la consulta al Tribunal Constitucional no será gratis. Algo parecido anunció Renovación Nacional. En el peor de los casos el Presidente se expone a una nueva acusación constitucional. A la anterior, a fines del 2019, le faltaron solo seis votos para derrocar al gobierno. El pronóstico ahora es más incierto. El desfondamiento también es político. Pero hay que dejar que las instituciones funcionen y es sano que el Parlamento -antes de ponerse a fraguar el cuarto retiro, porque a eso vamos- de una vez por todas comience a tomar un poco más en serio sus responsabilidades.
Es verdad: lo que estamos viendo es un circo. Un circo que tiene varias pistas, con malabaristas, equilibristas, trapecistas, prestidigitadores, tránsfugas y payasos. El espectáculo no habla muy bien de esta legislatura y el asunto podría ser anecdótico si no coincidiera con la peor crisis social, con la peor crisis sanitaria y con la peor crisis económica que Chile ha tenido en el último medio siglo.
Justo ahora era cuando Chile merecía y necesitaba una escena política de mayor calidad.
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