Columna de Jaime Bellolio: Imagina



Por Jaime Bellolio, ingeniero comercial

En octubre de 1971, en momentos complejos a nivel mundial, John Lennon publicaba en EE.UU. uno de sus mayores éxitos: Imagine. Rápidamente alcanzó récords de ventas y reproducciones, y cada cierto tiempo -especialmente en momentos de grandes crisis- vuelve a ser ampliamente reproducida en shows en vivo, radio y televisión.

Como era de esperar con un éxito como éste, no estuvo exento de polémica. Sus letras fueron consideradas subversivas por algunos, un llamado a la revolución pacífica, a utopías socialistas o comunistas, un himno ateo y un largo etcétera. Pero al mismo tiempo de tener estas provocadoras letras, mezclaba una suave melodía de dulces acordes, por lo que era fácil de escuchar, cantar e inspirarse en ellas.

El centro de sus versos es la idea de un solo país y nación -”imagina que no hay países, no es tan difícil de hacer”- una sociedad sin divisiones identitarias radicales -”nada por lo que matar o morir, ni tampoco religiones”-, donde siempre hay paz -”imagina a todas las personas, viviendo sus vidas en paz”-, donde no hay necesidades ni materialismo -”imagina que no hay posesiones, me pregunto si es que podrás, sin necesidad de codicia o hambre, una fraternidad entre los hombres (humanidad)”-, y finalmente hace un llamado a unirse, para que el mundo sea uno solo.

Hagamos el ejercicio de traer esta notable canción a nuestra realidad actual. La Convención ha aprobado para su propuesta final la idea de 11 naciones -y sin mencionarla, se supone que Chile sería otra- con estatutos diferentes, derechos preferentes, restitución y expropiación con excesiva discrecionalidad. Queda fuera la idea de un solo país y nación, al presentarse estatutos que nos obligan a vivir en archipiélagos.

Adicionalmente, en algo transversalmente reconocido, las identidades radicalizadas han logrado no solo su reconocimiento -que como se ha dicho, puede ser perfectamente adecuado-, sino que la imposición de una forma de vida y pensamiento que afecta al todo, como el ecologismo extremo, antiextractivismo sin matices, el decrecimiento, la degradación de los derechos humanos, limitaciones a la libertad de pensamiento, expresión y organización. Entonces, quedan fuera también las ideas de una sola sociedad sin divisiones identitarias, donde debería siempre haber paz.

Por último, y en lo que inicialmente pareciera haber coincidencia -sin posesiones o materialismo-, puesto que se limita y desprotege el derecho de propiedad, inclusive el intelectual, artístico e innovativo (¿qué habría dicho Lennon de ello?). Pero la coincidencia es aparente, porque la canción habla más bien del desprendimiento que del despojo.

Lamentablemente, entonces, no podremos imaginar -como Lennon lo hizo hace ya más de 50 años-, vivir en un mundo de fraternidad en paz, sin divisiones ni rupturas. Cuestión, que era el mandato principal a la Convención: un nuevo pacto social que nos permita convivir juntos, en nuestra diversidad y multiculturalidad, pero, sobre todo, en paz.

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