Columna de Jaime Bellolio: Traidores, ignorantes y vendepatrias



“(…) esto lo quiero recalcar, porque parece que a algunos se les olvidó, se pegaron en la cabeza (…)”. Con estas palabras, la ministra del Interior comenzaba su respuesta a inquietudes de parlamentarios de oposición, al discutir la renovación del estado de emergencia. Momentos después se disculparía sosteniendo que en realidad quería “que realmente nos pongamos de acuerdo”.

¿Es posible llamar a un acuerdo cuando minutos antes se insultaba y despreciaba la crítica u opinión divergente? No, no lo es. Menos todavía un oficialismo que cuando estuvo en la oposición se refirió con durísimos términos al estado de emergencia, a las querellas por seguridad del Estado, al actuar de las policías, y que votaban en contra de todas las leyes relevantes en seguridad. Pero otra cosa es con guitarra.

Es una buena noticia que hayan cambiado de opinión en estas materias, pero es una muy mala decisión seguir en el juego del insulto-error seguido de disculpas. También lo es acusar ignorancia en quienes votarán por la opción que el gobierno no apoya, o el desprecio desde grupos afines al Apruebo en contra de personas de clase media o sectores populares que estarían por el Rechazo. Todo esto daña la convivencia cívica, dificulta los entendimientos, desprecia las opiniones legítimas y, en suma, degrada nuestra ya golpeada democracia.

Pero hay que ser justos, no es solo el gobierno en su activo rol de campaña el que ha contribuido a exacerbar la polarización. Hemos visto a partidarios de ambas opciones agredirse a niveles máximos, llegando a que algunos trogloditas amenacen de muerte, de fusilamiento, de llevar a campos de concentración y otra serie de epítetos estúpidos fuera del marco de cualquier democracia liberal. Aquí se ubican los que acusan a todo quien piensa distinto de “vendepatria”.

Es natural que en la víspera de una elección se esgriman argumentos apasionados, más todavía cuando las alternativas son binarias. Pero no podemos normalizar la lógica radical de acusar al otro de ser un enemigo, inmoral, fake, o crear caricaturas generales a partir de particularidades para reafirmar prejuicios. Todo esto pretende justificar la violencia verbal, física o digital, puesto que la otra persona estaría en una categoría moral inferior, y, por tanto, sería menos digna de derechos y libertades. Este sendero nos llevará a una fractura social que amenaza con estancarnos por generaciones.

El plebiscito que se nos acerca no puede ser de vida o muerte, tampoco una guerra entre bandos enemigos. De allí que ni el gobierno debe seguir subiendo la apuesta, ni los partidarios de las alternativas válidas propiciar la lógica de cancelación.

Desde el 5 de septiembre en adelante se requerirá -en todos los casos- de una amplia coalición que defienda la democracia, los entendimientos y el bien superior del país. Eso requerirá valentía y convicción, pues quienes estemos disponibles a dialogar debemos saber con anterioridad que, para esos adversarios de la democracia, seremos tildados rabiosamente de traidores, ignorantes o vendepatrias.

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