
Columna de Jaime Huenchuñir: Mapuches, ¿qué quieren?

En 1825 se firma el tratado de Tapihue entre el naciente Estado chileno y el pueblo mapuche en el sur, que buscaba consolidar las confianzas entre la República y el poderoso pueblo de La Frontera, a través de un tratado que es esencialmente un TLC (tratado de libre comercio).
Sí, el pueblo mapuche siempre ha sido un pueblo con alta vocación productiva y comercial. Hasta esa fecha, eran indiscutidamente los amos y señores del comercio de la carne en todo el Cono Sur, exportando incluso a diversas partes del continente. Además de la codiciada industria textil mapuche y sus finos trabajos, que eran llevados a Europa; en esa época, un makün, o manta mapuche, costaba algunas cabezas de ganado.
Así como la orfebrería en plata y, claro, el comercio de la sal, muy apetecida en esa época, todo esto dejaba al pueblo mapuche y sus ulmen lonko un poder económico bastante fuerte, al punto de que muchos de los hijos de estos ulmen envían a los suyos a estudiar a los mejores internados del país, escuelas donde también se enseñaba el idioma del comercio, el mapudungun. De hecho, el hijo del virrey del Perú, un tal de Bernardo O´Higgins, estudió con muchos de ellos en uno de estos elitistas colegios de la época, donde además aprendió el mapudungun de forma fluida.
El gran sueño de O´Higgins era un Chile formado por una federación de dos Estados, el chileno y el mapuche, unificado; de ahí esos mapas en los que Chile tiene acceso al Atlántico, que más de alguno recuerda.
Para nuestros bisabuelos y tatarabuelos no existía contradicción entre ser próspero y al mismo tiempo tener conciencia de la importancia de cuidar nuestra tierra y medio ambiente; de hecho, es parte de nuestra cosmovisión. El concepto del buen vivir “kume mogen” es eso: estar/vivir bien, en lo interno y externo, en el lof (clan familiar), y en el entorno, que debe estar bien para que la comunidad también lo esté.
El estallido social fue la externalización del desequilibrio de toda una sociedad. Al igual que con el pueblo mapuche, el proceso para intentar equilibrar el país lamentablemente no estuvo conectado con el entorno, no supo leer a la sociedad chilena como un todo, desde sus diferentes territorios: norte, centro, sur y extremo sur; cada macro región con diferentes necesidades. Pero casi en común acuerdo, rechazaron contundentemente.
Esta desconexión brutal con las necesidades y aspiraciones de la gente, y la reacción a dicho desequilibrio, fue muy contundente en las comunas con mayor porcentaje mapuche, con niveles sobre el 80% para la opción Rechazo en localidades con más de un 70% de población del pueblo de Caupolicán.
En otras palabras, se confirma que el comunitarismo es un yugo que solo ha sembrado pobreza.
Hoy, gracias a los resultados de este plebiscito, se ha visibilizado esa brecha entre la dirigencia sobreideologizada y los diferentes clanes familiares mapuche en los diversos territorios. Por muy nobles que sean sus intenciones, se han invalidado, no supieron leer años de clamores desde las comunas rurales y sectores urbanos, gritos que decían ¡queremos trabajar!, ¡queremos desarrollo!; queremos mantener viva nuestra cultura y al mismo tiempo cuidar del medio ambiente con nuestros propios medios, sin depender de favores políticos de nadie; queremos dialogar y resolver los problemas pendientes, pero también queremos seguridad y vivir en paz.
O´Higgins tenía un sueño: un Chile unificado de chilenos y mapuches, próspero y poderoso en todo sentido; que seamos hermanos que compartimos una tierra y una historia, que el territorio sea seguro para todas las familias que lo habitamos, respetándonos y reconociéndonos, prosperando juntos, reconciliándonos históricamente y construyendo un futuro que está en nuestras manos hoy.
Por Jaime Huenchuñir, presidente de la Confederación Económica Mapuche
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