Columna de Leonardo Hernández: Reforma de pensiones: tratamiento incompleto

Gabriel Boric
Presidente de la República, Gabriel Boric Font, presenta el proyecto de reforma de pensiones


Si usted tuvo fiebre el último mes, seguro se preguntó: ¿será Covid, influenza u otra enfermedad? Además, posiblemente tomó algo para bajar la fiebre (síntoma) mientras esperaba el diagnóstico para iniciar su tratamiento definitivo (antibiótico o antiviral).

Lo mismo pasa con la reforma de pensiones. El síntoma es bajas pensiones, mientras las causas son (a) baja tasa de cotización (10%), (b) baja edad de jubilación (60 años para mujeres y 65 para hombres) y (c) baja densidad de cotizaciones o muchas “lagunas previsionales”. Las causas (a) y (b) se deben al aumento en las expectativas de vida de los últimos 40 años (8 años más para los hombres y 10 para las mujeres). La causa c) es más compleja y tiene fuertes raíces culturales (informalidad laboral y labores de cuidado en el caso de las mujeres).

El proyecto de reforma del gobierno parte del síntoma correcto, pero hace un diagnóstico equivocado o incompleto y, por ende, no ataca las causas últimas del problema. Plantea subir la tasa de cotización de 10 a 16%, medida en la dirección correcta, pero propone usar los fondos adicionales para financiar mejores pensiones a los actuales y futuros pensionados a través de un sistema con un fuerte componente de reparto (redistribución). Se intenta así bajar la fiebre al paciente, pero no se elimina la causa de la enfermedad, con lo que se perpetúa el problema.

La tasa de cotización adicional, al no ir a las cuentas de capitalización individual, no resuelve por completo el problema de las futuras generaciones, quienes al pensionarse en 25 o más años lo harán habiendo ahorrado poco: 14,2% (en el mejor de los casos, si el 70% de los 6 puntos adicionales es sin reparto) versus 18,4% en países OCDE. Más importante, la cotización adicional al usarse para reparto pasa a ser un impuesto parcial al trabajo, lo que destruye empleo y fomenta la informalidad laboral. Por ende, en el futuro habrá más personas que no tendrán suficientes ahorros para su vejez. Por último, el sistema de reparto, por razones demográficas, está destinado a fracasar, porque con el envejecimiento de la población serán más los adultos mayores y menos los trabajadores activos que contribuirán el 6% adicional, haciendo inviable el sistema (habría entonces que subir la cotización adicional o reducir los beneficios que entrega el sistema).

Desgraciadamente la reforma del gobierno no menciona las causas b) y c): baja edad de jubilación y escasa densidad de cotizaciones. Para erradicar la enfermedad y no solo aliviar sus síntomas debemos plantearnos responsablemente subir la edad de jubilación. Además, deben reducirse las lagunas previsionales fomentando el trabajo formal.

¿Cómo se alivian los síntomas de los actuales pensionados y de aquellos que lo serán en los próximos años? Para esto, que no es otra cosa que redistribución pura y simple, se requiere recursos con los que el Estado hoy no cuenta. Si fuese necesario, después del incremento en la PGU, se podría destinar temporalmente una parte del 6% a mejorar las pensiones de los actuales jubilados, pero este no debe ser un arreglo permanente (el 6% debería ir crecientemente a las cuentas individuales). Una alternativa es crear un seguro de longevidad y truncar las expectativas de vida para el cálculo de las pensiones, el que según algunas estimaciones (Berstein y Morales, 2021) podría financiarse con aproximadamente un 2% de aporte de los trabajadores activos.

Por Leonardo Hernández. director alterno Clapes UC y académico de la Escuela de Administración UC

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