Columna de Max Colodro: Diques de contención

13 DE ABRIL DE 2022/VALPARAISO Los ministros Mario Marcel (i) y Jeannette Jara (d), durante la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, en donde se debate el proyecto del gobierno que permite un retiro de fondos de pensiones. FOTO: LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO


Un mes duraron en pie las convicciones del Ejecutivo, es decir, su rechazo a utilizar fondos previsionales para financiar algo que no sean futuras pensiones. Este giro tiene una explicación puramente política: los ministros no lograron alinear a las bancadas oficialistas en contra de la moción parlamentaria que impulsa un quinto retiro de dichos fondos. Al contrario, el PC y otros sectores presionaron hasta doblarle la mano al gobierno, forzándolo a presentar un proyecto propio, destinado a que se pueda utilizar el ahorro previsional para pagar deudas financieras, créditos hipotecarios y pensiones alimenticias.

La señal política es clara y sienta un importante precedente: frente a la presión de sus partidos, ante la imposibilidad de ordenar a sus bancadas, el Ejecutivo dejará atrás sus convicciones y terminará impulsando fórmulas alternativas, para hacer lo mismo que antes rechazaba. Y ese es precisamente el punto: el Presidente Boric y el ministro Marcel insistieron durante meses en su claro desacuerdo con seguir usando ahorros previsionales para otros fines. Pero la imposibilidad de ordenar a sus parlamentarios en esa línea llevó al gobierno a proponer exactamente lo mismo que antes criticaba.

Con esto, la imagen del ministro Marcel como una presencia moderadora en el gabinete, factor de contención ante iniciativas irresponsables o populistas, se vino al suelo. Desde ahora, ya nada ni nadie puede garantizar que el gobierno no se vea forzado a impulsar iniciativas que afecten principios defendidos o la calidad de las políticas públicas. El golpe simbólico sufrido por Hacienda ha sido enorme y el problema radica en que no es algo aislado. Porque, en los hechos, se suma al rápido deterioro vivido desde el primer día por la ministra Siches, deterioro que la tiene hoy convertida en la sombra de un fantasma, sin capacidad de interlocución política y, menos aún, de conducción del gabinete que encabeza.

Así, en apenas un mes, el gobierno se autoinfligió daños severos en la línea de flotación de los principales ministros del gabinete, la jefa del comité político y la cabeza del equipo económico. Pasa a ser, por tanto, un gobierno en dificultades, consecuencia de errores propios y de su sorprendente vulnerabilidad a las presiones de su base política. A lo que ahora se agrega el desafío que enfrenta el ministro Jackson este lunes, cuando tenga por misión alinear a sus parlamentarios a favor de la iniciativa del gobierno, y asegurar el rechazo al proyecto de retiro presentado desde el Congreso. Nada obvio y nada fácil en el actual contexto.

Pero es el costo de llevar años alimentando desde la oposición expectativas desmedidas, de avalar a todos los que exigen su cumplimiento sin un mínimo sentido de responsabilidad, lealtades ni diques de ningún tipo. Cuando finalmente llega la hora de gobernar y la obligación de defender esas responsabilidades y esos diques, ya no queda nada a que echar mano.

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