Columna de Max Colodro: Errores y convicciones

World leaders address the 77th Session of the United Nations General Assembly at U.N. Headquarters in New York City


Gracias a Freud sabemos que toda repetición es “sintomática”, en especial cuando se trata de errores recurrentes y no forzados. Desprolijidades que terminan dejando en evidencia convicciones, ideas y anhelos alimentados, en este caso, durante largo tiempo por una generación política, pero que luego de su arribo a La Moneda, y sobre todo tras el plebiscito del 4/S, debieron maquillarse o esconderse debajo de la alfombra.

Una generación cuyo éxito estuvo asociado a la irreverencia y a la transgresión, a una crítica demoledora a lo hecho por sus mayores; que vio en su llegada al poder la confirmación de que su ímpetu y su voluntad bastaban para cambiarlo todo; que no había reglas ni formas que respetar, que cualquier medio era válido para alcanzar lo que se consideraba justo o legítimo. Hasta el día en que la responsabilidad de gobernar se estrella con el muro de la realidad, y la falta de experiencia, de conocimientos y de oficio, terminan siendo la dura confirmación de una candidez ideológica no asumida.

La política exterior ha sido, sin duda, una de las dimensiones donde este mosaico se devela con mayor ímpetu. Cómo no se iba a aprovechar la presencia del Rey de España en el cambio de mando para dar una señal al mundo del espíritu “decolonial” de los nuevos inquilinos de Palacio; acusarlo por el retraso de la ceremonia parecía perfecto. Lo mismo que denunciar a EE.UU. en su propia cara por la supuesta falta de compromiso con el cuidado de los océanos; una oportunidad también única para mostrar la vocación “antiimperialista” que todo joven revolucionario debe acreditar, sin darse cuenta que el ex secretario de Estado John Kerry se encontraba sentado a dos metros.

Errores que obligaron a disculparse, pero que no dejaron aprendizajes. Poco después se agendaba la recepción de las cartas credenciales del embajador de Israel, para luego negarse a recibirlo cuando ya ingresaba a La Moneda. Y, esta semana, se filtra “por error” a la prensa una conversación íntima de la canciller con su equipo, donde, entre otras cosas, se insulta al embajador argentino, se descalifica a la subsecretaria de RR.EE. y se reconoce que el proyecto minero Dominga fue rechazado no en base a criterios técnicos, sino porque era un compromiso de campaña; a lo que el mismo día se agrega un duro cuestionamiento del Presidente Boric al gobierno del Perú en un encuentro multilateral, sin reparar en la intromisión en los asuntos internos de un país vecino, y en que la grave crisis política y social que vive fue provocada por un intento de “autogolpe” realizado por un expresidente hoy tras las rejas.

Desinteligencias e irresponsabilidades, no simples errores. Al contrario, es imposible no observar la consecuencia y la consistencia que el Presidente y su gobierno han mostrado en cada uno de estos actos. Razón que hace muy improbable que esta espiral de desaciertos pueda detenerse, y frente a la cual solo queda asumir los costos y las implicancias que ello tiene.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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