Columna de Max Colodro: Estados de ánimo



Por Max Colodro, filósofo y analista político

Son tiempos de alta volatilidad en materia de percepciones públicas. Sin ir más lejos, bastó un mensaje presidencial de buena factura y una emotiva cadena en horario “prime” para que según la encuesta semanal de Cadem, el respaldo al Presidente Boric saltara 8 puntos y la desaprobación cayera 10. En paralelo, el mismo estudio muestra que la brecha entre las opciones Rechazo y Apruebo en el plebiscito de salida se acortó de 8 puntos a 3, quedando en un eventual empate estadístico. En síntesis, el discurso del 1 de junio tuvo impactos relevantes, generados por aciertos comunicacionales, lo que confirma un escenario donde ellos son todavía posibles.

Varios aspectos asociados a esta lógica se han ido consolidando en el último tiempo; entre ellos, la capacidad discursiva de Gabriel Boric, un activo político al que el gobierno recurre en momentos difíciles y todavía le permite sortearlos. Otro, la conexión simbiótica entre la evaluación del gobierno y su incidencia en la aprobación o rechazo al proceso constituyente. Es decir, para un segmento importante de la ciudadanía, la gestión del Ejecutivo y el trabajo de la Convención siguen siendo dos caras de la misma moneda, dimensiones convergentes de un mismo proyecto transformador.

Por último, el hecho de que toda recuperación del gobierno puede ser igualmente efímera, pero, al menos hasta ahora, da cuenta de una expectativa latente, que se mantiene viva en diversos segmentos; sectores que desde el estallido social pusieron sus esperanzas en un ciclo de cambios y que reactivan su confianza ante ciertos estímulos. La encuesta del CEP mostró también esta semana que la gente está en general pesimista en materia económica, pero que hay todavía un margen de fe e ilusión sobre los procesos políticos en curso, que aflora cuando se tocan algunas teclas.

La persistencia de este sustrato de expectativas es, en definitiva, lo que hace que el Apruebo tenga aún la primera opción de ganar el plebiscito del 4 de septiembre; quizá por un margen estrecho, que volverá a dividir al país en mitades más o menos equivalentes, pero donde las esperanzas incubadas a partir del estallido social serán la línea divisoria. Porque, además, el deterioro en materia de seguridad y orden público de estos años, sumado a los devastadores efectos emocionales de la pandemia, requieren de alguna contención; y sentir que todos los costos y sacrificios del último tiempo tuvieron algún sentido es algo que está presente en un sector no menor de la población.

Si, por el contrario, termina imponiéndose el Rechazo, querrá decir que el miedo y la inseguridad al final fueron más fuertes, que la incertidumbre política e institucional terminó cruzando esos umbrales que llevan a la gente a poner el pie en el freno; a buscar alternativas más moderadas, para asegurar un piso de estabilidad y certidumbre, sobre todo en tiempos de crisis económica.

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