Columna de Natalia Piergentili: La enfermedad de todos

Aton Chile

Al parecer, la clase política en Chile no solo está con una anemia aguda, sino que hace todo lo posible para que esto no mejore, llevando la situación a un límite que, en clave política, hace que no sea descabellado pensar en un populista de izquierda o de derecha que termine cantando en el Movistar Arena o gobernando desde otro país vía programas de streaming.



Analizando las últimas encuestas disponibles, los datos muestran que las cifras de desaprobación del gobierno están en torno al 60%, cifra similar a la desaprobación que tiene la oposición, y pese a que las preferencias presidenciales están en ese sector, más del 50% de las personas están indecisas respecto de por quién votar en la próxima elección presidencial e incluso señalan estar “abiertas a que aparezca alguien”

Asimismo, el 72% señala que el Congreso Nacional esta desconectado de sus intereses y prioridades y un 48% siente que el gobierno está desconectado de sus intereses y prioridades.

Finalmente, en primera y segunda preferencia está la reforma al sistema de pensiones como una prioridad legislativa, seguida de las leyes de seguridad.

Los datos, cual reporte de exámenes, están a la mano y, tal como ocurriría si esos exámenes mostraran signos alterados, lo deseable sería que el médico indicara un tratamiento. Usando esa misma reflexión, lo inentendible, lo imperdonable, es que frente a estas cifras el Congreso siga haciendo noticia por la aprobación del día del pajarete o por los comentarios acerca del antigabrielismo.

Pero en escala de responsabilidades la oposición tiene ventaja. Cuenta con mayoría en ambas cámaras y, durante un tiempo, la estela de lo que fueron los miedos levantados por lo discutido y evacuado por la primera convención constitucional han sido un argumento para su atrincheramiento, sobre todo en la reforma de pensiones, donde con el pretexto de defender lo señalado por los chilenos en cuanto a que el porcentaje adicional de cotización debe ir solo a las cuentas individuales, como segunda derivada del “con mi plata no”, han sido muy duros a la hora de discutir este proyecto.

A estas alturas es una deshonestidad intelectual seguir discutiendo la reforma de pensiones como si el gobierno estuviera proponiendo un sistema de reparto cuando el proyecto es lo más parecido a la mejor versión de los proyectos de Bachelet y Piñera.

Me temo que seguiremos siendo testigos de este debate, a la espera, o más bien con la ilusión de que vistos los datos aquí mencionados alguien repare en lo peligroso que es el seguir haciendo como si estos no fueran lo que son.

Cuando los datos nos permiten hacernos una idea por muy parcial que sea de lo que piensa o anhela una sociedad, es casi imposible de entender que las cosas se sigan haciendo igual, que tanto el gobierno persista en ciertas cosas y formas como también que la oposición, con la misma mala imagen del gobierno crea que no se espera de ellos algún esfuerzo adicional en los temas demandados por la ciudadanía

Al parecer, la clase política en Chile no solo está con una anemia aguda, sino que hace todo lo posible para que esto no mejore, llevando la situación a un límite que, en clave política, hace que no sea descabellado pensar en un populista de izquierda o de derecha que termine cantando en el Movistar Arena o gobernando desde otro país vía programas de streaming. Eso que parece chiste cruel o una cosa imposible que pase en Chile no es tan improbable si quienes aún pueden cambiar las cosas no se deciden a hacer lo que hay que hacer. Eso no es más ni menos que hacer política, entendida como la capacidad de hacerse cargo de los problemas públicos y, provistos de convicciones y valores, llegar a acuerdos que las personas perciben como útiles y diferenciadoras en su calidad de vida. Esa es la pega, no otra. Ese es el remedio, no hay otro.

Por Natalia Piergentili, vicepresidenta del PPD.

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