Columna de Paula Escobar: El tono es el mensaje



Camisa celeste, sin corbata y con un poco de atraso. Así comenzó su primera cuenta pública el Presidente más joven de la historia de Chile. Una que lo encontró con su aprobación desplomada, la inflación en alza y una violencia desbordada. Pero como si las dificultades fueran también abono en su caso, el Presidente Boric pasó la prueba y con creces. Con sus propias palabras escribió no solo una cuenta pública, sino algo así como un relato nacional, un tejido simbólico y político, ese que tanto se requiere en momentos inciertos y adversos como este. Más allá de las propuestas que anunció, creo que Boric acertó por aquello que es más simbólico y más subjetivo: su capacidad de evocar caminos de mayor unidad y menor ansiedad. En primer lugar, mostró que “habita el cargo”, algo logrado solo parcialmente por su gabinete. Habitar La Moneda, la casa “donde tanto se sufre” (pero a la que todos quieren volver), requiere “habitar la República”, como tan bien escribió la premio nacional Sol Serrano. Aquello consiste en ser capaz de entender que al cruzarse la banda presidencial, ese hombre o esa mujer ya no se deben ni a su partido ni a su coalición; tampoco a sus amigos, ni menos a los caprichos de su personalidad. Se debe, ni más ni menos, a un país entero, que se beneficiará -o perjudicará- por la calidad y oportunidad de sus decisiones. Tras estos tres meses de gobierno, que han sido de “luna de hiel”, Boric mostró que está entero, y las dificultades han sacado su mejor lado: la templanza y la lucidez en las crisis. Así fue el 15N y ahora: emerge la claridad de las ideas, la capacidad de comunicar, el talante sereno.

Esto es clave. Gobernar a otros pasa primero por gobernarse uno. “Antes de manejar el mundo, el líder debe lograr automanejarse”, afirma David Gergen en su libro Eyewitness to power, The essence of leadership from Nixon to Clinton, en que cuenta sus experiencias trabajando con presidentes norteamericanos durante tres décadas.

En segundo lugar, Boric acertó con un tono calmo, sin estridencias. El tono ES el mensaje en momentos de polarización política como el actual, abundante en sembradores de miedo y también de rabia. Los primeros claman 24/7 que viene el caos y la debacle. Y encuentran su doble opuesto en quienes avivan las rabias y las iras con igual intensidad. Ira y miedo, dos emociones que en política son tan fáciles de activar y que cuesta tanto encauzar hacia estados más constructivos y eficaces en lograr mayor justicia social. En su mensaje, Boric buscó calmar los miedos y contener las rabias. Acaso invitar a ser una mejor versión de cada cual, para restaurar así la unidad republicana de cara al futuro. Los problemas que hay y los que vienen no pueden resolverse con un país dividido, enrabiado y asustado.

También enfatizó el respeto por quienes piensan distinto. De cara al plebiscito, explicitó algo que es evidente, pero que no por ello es menos relevante que lo diga el Presidente: que ambas opciones de voto son igualmente legítimas. En tercer lugar, Boric enfatizó la continuidad histórica. Nombró -y reconoció- a todos los presidentes (y presidenta) desde el retorno a la democracia. Puede ser estrategia política, pero es, sin duda, signo de madurez valorar a quienes antes estuvieron en esa misma oficina, en vez de demolerlos para sentar las bases de la propia identidad. La idealización y la devaluación son dos caras de lo mismo: juicios incompletos sobre el otro.

“En los últimos años, todos hemos estado tentados en algún momento a seguir este camino, cediendo a la presión de las redes sociales, al populismo o a la arrogancia de reinventar todo”, dijo el Presidente.

Para tener pantalones o faldas largas en política se requiere salir de esa arrogancia refundacional. Solo aquello permite, en momentos inciertos, sentir como propio ese patrimonio histórico compartido y poder recurrir a él.

¿Qué viene ahora? El desafío del Presidente es que su gobierno y su coalición tengan también -o que, al menos, tengan más- ese tono y talante suyo convocante y tranquilizador. No puede estar solo en ese relato. Debiera intentar lo que hizo el Presidente Patricio Aylwin con su gabinete, que se denominó “el partido transversal”. Sus miembros eran aylwinistas: un sello consistente con el estilo presidencial, más allá de los partidos que representaban o sus características personales.

Y lo mismo es válido para algunos miembros de su coalición en la Convención, que debieran tomar nota -nunca es tarde- del “modo Boric” de explicar y convocar a transformaciones relevantes sin alienar, sin gatillar ansiedades y sin descalificar.

Con o sin corbata, Boric ha mostrado en esta cuenta pública un fuerte espíritu republicano y un posible camino de sanación a la fractura chilena. Una que, como dice la experta Ana María Arón, no se curará a velocidad de microondas, sino que de horno de barro.

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