Columna de Paula Walker: Los monos peludos



Hay una frase de la filósofa Judith Butler que resulta muy inspiradora para hablar de esto: “¿Podría acaso el lenguaje herirnos si no fuéramos, en algún sentido, seres lingüísticos, seres que necesitan del lenguaje para existir?”. Somos lo que hablamos. Nos hacemos fuertes o débiles según la elección de las palabras que realizamos. Buscamos términos y los combinamos para generar reacciones, positivas o negativas, para emocionar o llenar de rabias y enojos. Nuestro cerebro se moviliza con imágenes, con palabras, con el lenguaje que tiene el poder de describir la realidad y, a la vez, crearla.

Esa frase -pronunciada por la presidenta del PPD, partido con representación parlamentaria y varios asientos en el gobierno del Presidente Boric- se conoce como una “cuña”. En la jerga periodística, la cuña significa una frase con alta capacidad de impacto y recuerdo. Por aquí empiezan los problemas, pues la política y sus protagonistas en vez de tener estrategias y diseños pensados en el beneficio del país, buscan impacto y recordación. Son los famosos políticos “polillas” que andan revoloteando en torno a la luz de las cámaras, aunque ahora se trate de tener hartos likes en redes sociales. La autora de la frase es la misma que comparó e igualó a “dos pelados” para captar la atención sobre la nueva Constitución y salir electa, a sabiendas que representan dos procesos históricos radicalmente distintos. En ambos recursos comunicacionales, la presidenta del partido apostó por la forma y la polarización, recetas fáciles para generar “recordación” que es lo que hoy desvela a una parte de la dirigencia.

En política, como en la vida, las formas son muy importantes. Algunos de quienes entraron al debate por la frase de “los monos peludos” dijeron que era un problema de la forma, pero que en el fondo ella tenía razón. La manera de hacer política en la actualidad -mucho más que en el pasado- está gobernada por las formas. Si me lo dices con una forma atractiva, te prestaré más atención. Si me lo dices en las redes sociales que yo consumo, más atención aún. El problema es que esas redes sociales tienen un formato y una gramática que elude las discusiones de fondo. La política está lo suficientemente desprestigiada para no comprender que una frase como la de “los monos peludos” solo es pan para hoy y hambre para mañana.

En la comunicación, un elemento clave es la coherencia. Aquello que digo lo hago. Lo que comunico con palabras, lo acompaño de mis acciones. Mis actos se acercan a mis declaraciones. Por eso mismo, forma y fondo son un binomio que debe ser coherente. Cada día es más difícil ir al fondo de los problemas, al entendimiento de las demandas. Si la clase política además prefiere la cantidad de seguidores virtuales en vez del entendimiento, el análisis y los acuerdos, la reputación de la política seguirá a la baja. Antes nos decían que las palabras se las llevaba el viento, el problema es que ahora el viento tiene huella, tiene pasado y queda registrado en esa tormenta perfecta que son las redes sociales, el populismo y el malestar ciudadano.

Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach

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