Columna de Sylvia Eyzaguirre: Se abre una ventana: ¡aprovechémosla!



Este mes han sucedido al menos dos hitos políticos importantes, que entregan una señal clara al gobierno en materia de estrategia política. El primero tiene relación con el acuerdo administrativo entre el Socialismo Democrático, Apruebo Dignidad, Democracia Cristiana (DC), Unión Demócrata Independiente (UDI) y Evópoli para determinar la presidencia del Senado y las comisiones en los cuatro años de gobierno. El 15 de marzo con 42 votos (solo hubo una abstención y ningún voto en contra) salió electo como presidente del Senado Juan Antonio Coloma, militante del partido UDI, y con 44 votos (ninguna abstención ni voto en contra) Francisco Huenchumilla (DC) como vicepresidente. Fue una votación ejemplar que refleja el espíritu republicano de nuestros senadores. Ello contrasta con lo sucedido en la Cámara de Diputados, donde el oficialismo decidió negociar con el Partido de la Gente en vez de buscar un acuerdo más amplio con las fuerzas democráticas opositoras. La consecuencia está a la vista. Dicho acuerdo duró menos de un año. El segundo acontecimiento fue el rechazo a la idea de legislar la reforma tributaria. El gobierno fue tozudo y prefirió ir a pirquinear los votos de caudillos, populistas y narcisistas antes de sentarse con la oposición para llegar a un acuerdo amplio que permita discutir un nuevo pacto fiscal para los próximos 10 o 15 años. He ahí el resultado. Sin duda un duro golpe para el gobierno, pero también para los ciudadanos que siguen esperando soluciones en materia de salud, vivienda, seguridad y pensiones.

El principal enemigo del oficialismo no es la derecha, ni siquiera el Partido Republicano, sino las pulsiones populistas al interior del hemiciclo o los caudillos narcisistas, que actúan en virtud de sus propios intereses. Es verdad que el populismo es un riesgo intrínseco de la democracia, de ahí la importancia y la necesidad de aislarlo. Así, la principal lección política que nos deja marzo, tanto para el oficialismo como para la oposición, es alejarse de las fuerzas populistas. Se debe construir un muro infranqueable entre las fuerzas democráticas y las fuerzas populistas, de manera de eliminar de raíz la tentación de negociar con ellos. Pero ello exige un cambio en la disposición al diálogo del gobierno y la oposición.

El revanchismo no le hace bien a Chile ni tampoco a la política. Curiosamente después de las elecciones de mayo se abre una breve ventana que ofrece buenas condiciones para llegar a un acuerdo transversal en las cuatro materias antes señaladas, que responden precisamente a las principales preocupaciones de la población. Esta ventana se cierra para las elecciones municipales. No se puede dejar pasar esta oportunidad. La derrota política y cultural que sufrió el oficialismo el 4 de septiembre pasado lo ha obligado a ajustar sus reformas a las expectativas de la mayoría de los chilenos si no quieren ser un gobierno irrelevante. La oposición, por su parte, no debiera marearse con el triunfo circunstancial del Rechazo, ni actuar como si no hubiese existido estallido social; debiera aprovechar esta ventana para lograr avances sustanciales en estas materias, avances que difícilmente podría lograr un gobierno de derecha dada la distribución de fuerzas. No deja de ser interesante que las batallas de la derecha se ganan en los gobiernos de izquierda. Pero para ello se requiere de líderes políticos que estén dispuestos a enfrentar a sus barras bravas, sacrificando popularidad. Tanto en la derecha como en el centro y en la izquierda han surgido liderazgos que permiten tener esperanza. Ojalá así sea.

Por Sylvia Eyzaguirre, investigadora CEP

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