Columna de Tomás Sánchez: Twitter con T de Tesla

REUTERS


Twitter es la empresa política por excelencia, pero durante los últimos días, las primeras protestas masivas en China, desde la matanza de Tiananmen, y la desclasificación de los “Twitter files” está llevando su categoría a otra esfera. La plataforma del pajarito es el principal medio de comunicación para los disidentes del regimen Chino, generándole un conflicto directo a Elon Musk con el partido comunista chino. En paralelo, el excéntrico empresario revela los supuestos favores políticos que Twitter solía hacer, reactivó la cuenta de Donald Trump y censuró a Kanye West por sus declaraciones antisemitas. Imposible mejor telenovela del siglo 21.

A raíz de las severas cuarentenas impuestas en China, y gatilladas por una incendio donde murieron 10 personas, miles de ciudades chinas han visto manifestantes salir a la calles, revelarse contra las autoridades, protestar contra la censura y pedir la renuncia su presidente. Esto en un país donde la libertad de expresión no existe, las redes sociales son severamente monitoreadas y censuradas – por lo mismo Google abandonó sus operaciones en ese país hace algunos años – y donde las protestas simplemente no son permitidas. Por lo mismo, sus ciudadanos han optado por comunicar al mundo y entre ellos, a través de Twitter, para evitar la persecución de las autoridades.

En paralelo se han reportado miles de bots con porn-spam al buscar sobre las protestas en China, un supuesto método del gobierno asiático que busca evitar la viralización de estas noticias. Sin embargo, una de las grandes promesas de campaña de Elon fue eliminar los bots, y al parecer no está siendo efectivo. La alegoría electoral se desprende de la pulsión populista reflejada en la decisión de reincorporar al ex presidente de Estados Unidos en base a una encuesta en el perfil del dueño de Twitter. La falta de protocolo, procesos y gobierno corporativo es caricaturesca. Por lo mismo, ya no hablamos sobre como Twitter canceló la cuenta del rapero norteamericano, sino que fue Musk. Un contrapunto claro a los documentos e emails desclasificados que revela las complejas tomas de decisiones frente a reclamos desde los partidos Demócrata y Republicano, incluidos twits relacionados con los negocios y potenciales escándalos del hijo del presidente de Estados Unidos, John Biden. En los mentados correos se percibe la dificultad para establecer una política clara, en algo tan complejo como balancear la libertad de expresión con las noticias falsas, la privacidad y discursos de odio.

En este contexto, es esencial recordar que Tesla aumentó un 160% sus ventas en China durante el último año, llegando a un 7% del mercado y transformándolo en el segundo más importante para la marca, en un país donde las ventas de vehículos eléctricos llegan a un 35%. Esto, sin mencionar su dependencia en su cadena de suministro, dado que China refina el 60% del Litio y manufactura más del 70% de las baterías a nivel mundial.

El poder sin contrapesos opera pragmáticamente usando las herramientas que tiene a la mano. Basta recordar la campaña “anticorrupción” con la que Xi Jinping despejó a sus adversarios dentro del partido, o la desaparición del fundador de Alibaba, después de criticar la regulación de su país. Sabiendo que no se pueden separar negocios y política en China, vale la pena constatar que en este caso se están cruzando varias líneas a nivel mundial, cuando toca balancear la libertad de expresión en Twitter y el desempeño financiero de Tesla. La clásica alusión a que las empresas operan al margen de la política se se desvanece aún más, tanto como se constata que la ética y el rol público de ellas toma un rol cada vez más protagónico.

Tomás Sánchez V. autor de Public Inc. e investigador Asociado de Horizontal.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.