“Conmemoración” del Tratado de Paz y Amistad

Presidente Boric y Milei

Es lamentable que no hayan existido suficientes esfuerzos ni en Chile ni en Argentina para haber hecho de los 40 años del tratado un hito de especial significación, donde parecen haber prevalecido las diferencias personales entre los presidentes Milei y Boric.



La conmemoración de los 40 años del Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina -un hito fundamental en la historia de ambos países, considerando que gracias a dicho acuerdo se evitó un inminente conflicto bélico- se llevó a cabo en una discreta ceremonia en el Vaticano, presidida por el Papa Francisco. Por la parte chilena concurrió una delegación encabezada por el canciller, mientras que Argentina se hizo representar por el embajador ante la Santa Sede, ya que días antes el canciller trasandino decidió no asistir, aduciendo “circunstancias que aconsejan que no era el mejor momento de acudir de forma personal”, trasluciendo molestias con el gobierno de Chile.

Tiempo atrás ya se había descartado un encuentro entre los presidentes Boric y Milei -que era lo que se habría esperado en estas circunstancias-, aduciendo razones de “agenda”, aunque parece claro que ninguno de los dos mandatarios tenía especial interés en reunirse personalmente ni de conmemorar en forma especial este aniversario. Ello marca un fuerte contraste con lo ocurrido en 2009, cuando con motivo de cumplirse los 25 años del acuerdo las presidentas Michelle Bachelet y Cristina Fernández viajaron especialmente a Roma.

No son claras las razones que ha esgrimido el canciller argentino para justificar su inasistencia, la que por lo demás ha sido blanco de cuestionamientos internos, por el desaire que supuso para el propio Sumo Pontífice. Según ha trascendido, al Presidente Milei le habría molestado el contenido de la intervención del Presidente Boric en la reciente cumbre del G20; otras versiones provenientes del país trasandino -hasta aquí sin mayor sustento- hablan de supuestos gestos inamistosos por parte de Boric hacia Milei durante la cumbre, pero lo cierto es que al no entregarse razones fundadas y de peso, la ausencia del canciller argentino aparece como un acto caprichoso y de escasa preocupación por cuidar la relación con Chile, además de haber empañado la ceremonia en el Vaticano.

Lo cierto es que al margen de este desaire, es lamentable que no hayan existido suficientes esfuerzos ni en Chile ni en Argentina para haber hecho de esta conmemoración un hito de especial significación para ambos países -tal como ocurrió en 2009-, tanto como señal de integración entre los dos países, como por el especial simbolismo que un acuerdo de paz reviste en el actual contexto internacional, donde los conflictos que proliferan en distintas partes del mundo reivindican aún más la importancia de la diplomacia, la negociación y el diálogo como mecanismos para la resolución pacífica de controversias.

Al margen de la inconveniente señal que se ha enviado con esta deslucida conmemoración, resulta preocupante que la relación entre Chile y Argentina se pueda estar viendo afectada producto de las desavenencias personales o ideológicas entre los presidentes Milei y Boric, desatendiendo el principio de que los vínculos entre los Estados se deben regir por los intereses de largo plazo y velando por cultivar las buenas relaciones en todos los planos. Los desacuerdos que se han traslucido a propósito de esta conmemoración no ayudan a una relación fluida y desde luego podrían anticipar dificultades para tratar delicadas materias que siguen aún pendientes, como lo que resta de delimitar en Campos de Hielo Sur.