Convención Constitucional: la importancia de escuchar



Liliana Guerra es académica de la Escuela de Trabajo Social, miembro del Foro Constitucional UC.

La Convención tendrá que lograr amplios acuerdos sobre las normas rectoras de la vida en común, lo que solo es posible a través de la comunicación efectiva. En este sentido, uno de los principales riesgos de este proceso es que los constituyentes se centren en sí mismos, sus argumentos y desempeño, lo que puede conducir a que se entrampe el diálogo, que la confrontación capture a la Convención y que el proceso no cumpla con lo que todos esperamos.

Así, una de las claves será desarrollar la escucha activa, que consiste en una forma de comunicación que transmite ideas claras, sin interrumpir ni agredir al receptor; se realiza con libertad, teniendo en cuenta lo que piensan y perciben los demás y muestra cuán atento está una persona durante el diálogo. No es suficiente entender las palabras de un discurso, sino que es necesario abrirse a la posibilidad de escuchar y valorar lo que el otro tenga que decir, sin estar pensando qué contestar mientras el otro habla, sino simplemente escucharle honestamente.

Lo anterior no significa estar de acuerdo; se trata de poner atención y respetar, genuinamente, el derecho que todos tenemos a pensar distinto. El disenso nos permite ver las cosas desde otro ángulo. Es necesario escuchar activamente la opinión de quienes piensan distinto e incluso, lo opuesto a nosotros, ya que pueden comunicar algo que no habíamos considerado o descubrir que existen opciones de llegar a un acuerdo con ellos. Al mismo tiempo, debemos escuchar críticamente a quienes creemos que piensan como nosotros, ya que la idea de consenso nos puede volver ciegos a sus errores, contradicciones y exageraciones.

La disposición a la escucha activa puede aportar numerosos beneficios al trabajo de la Convención, ya que invita a pensar antes de hablar y actuar, lo que permite el desarrollo de relaciones colaborativas, contribuye a descubrir las necesidades e inquietudes de otros y generar lazos de confianza. Quienes escuchan activamente, tienden a escucharse a sí mismos cuidadosamente, por lo que tienen mayor claridad respecto a lo que piensan y sienten. También muestran mayor receptividad a la hora de incorporar otros puntos de vista a sus ideas, minimizando los malentendidos y, de esta manera, logrando persuadir legítimamente a otros. Finalmente, cuando se escucha activamente hay más posibilidades de lograr el objetivo trazado.

Algunas premisas que pueden servir en el proceso de diálogo son: i) Para escuchar activamente es necesario, primeramente, dejar de hablar: si se está hablando no se puede escuchar. ii) Además, conseguir que el interlocutor se sienta confiado y libre para expresarse, estableciendo una relación de empatía y demostrando al interlocutor que se está dispuesto honesta y genuinamente a escucharle. iii) Dominar las emociones: una persona que estalla emocionalmente puede ser malinterpretada en sus palabras. iv) Evitar criticar y argumentar en exceso: esto situará al interlocutor a la defensiva, conduciéndole posiblemente a que se enoje o se calle. v) Preguntar cuanto sea necesario: además de demostrar que le estamos escuchando, le ayudaremos a desarrollar sus puntos de vista con mayor amplitud. v) Mostrar coherencia entre el lenguaje corporal y verbal, de modo de generar confianza. Si nuestro tono y ritmo de voz, o los gestos y expresiones muestran algo distinto a lo que estamos verbalizando, será más difícil lograr un entendimiento.

Las personas que superan con éxito los conflictos conocen la validez y utilidad de las premisas señaladas y si los constituyentes tienen la fundamental tarea de construir grandes acuerdos para Chile, la escucha activa puede ser una herramienta muy útil en este proceso.

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