Crisis



Tenía 20 años en 1973 y era partidario del gobierno de Salvador Allende. Tenía la convicción de que el país estaba en crisis, y esperaba una salida democrática. Pero la historia se escribió de otra manera. En esa época pensaba -y ahora también- que Chile era injusto, y que había que asumir la responsabilidad de construir un país mejor y más equilibrado. Pero también pensaba que en 1971 -el primer año del gobierno del Presidente Allende- se avanzó de manera temeraria. ¿La consecuencia? El gobierno perdió el control de la economía y de la política en los años siguientes.

Esa fue la primera vez que tuve conciencia de una crisis. Después he visto muchas más, quizás demasiadas. Todas tienen en común la pérdida de control del corto plazo. También, todas tienen en común la desaparición del largo plazo en la discusión pública. Por supuesto que siempre habrá ansiosos infantilistas que quieren los cambios estructurales ahora y ya, aunque se agrave la crisis. Pero todas las veces que las crisis fueron superadas fue porque se logró recuperar el control del corto plazo. El camino hacia un país mejor es un continuo de esos cortos plazos bajo control. Un accionar político exigente, pero controlado; una economía a la que se le exige, pero sin perder el control económico; una sociedad empoderada y exigente, pero que se expresa de manera controlada. Por el contrario, nuestro vecindario tiene, lamentablemente, demasiados ejemplos de casos donde se ha aprendido a vivir y convivir con el descontrol y la informalidad. ¿La consecuencia? El populismo crónico y la mediocridad permanente.

En 1980, a los 27 años, hice un viraje profesional de fondo: me dediqué a la macroeconomía, y no al desarrollo económico como había sido hasta entonces. De ninguna manera ese viraje significaba renunciar al desarrollo. Todo lo contrario. El cambio surgió de la convicción de que el salto al desarrollo requiere, en todo momento, mantener el corto plazo de la economía bajo control, y que ese es el propósito de la macroeconomía. La vida me enseñó después que mantener tonificadas la política y la convivencia social en el corto plazo son también requisitos para dar ese salto. Quizás tanto o más importantes que la economía.

¿A título de qué digo todo lo anterior? A que es evidente que Chile vive una crisis. Ni la política ni la sociedad están bajo control. La violencia como instrumento de expresión política sigue vigente. La economía está controlada, pero no está fuerte. Por el contrario, nuestra vulnerabilidad es elevada, y los riesgos en el horizonte son contundentes.

La prioridad de corto plazo es recuperar la civilidad en la convivencia social y tonificar la política. Alcanzarlo es el primer paso para construir un Chile mejor y más justo. Y el gobierno ha sido esquivo en esa tarea. Es el Ejecutivo, y solo el Ejecutivo, el que tiene la potestad del uso de la fuerza en democracia; el que debe rendir cuentas a la sociedad de que el uso de la fuerza no debe violentar los derechos humanos, y el que deberá asumir la responsabilidad histórica por el desenlace de esta crisis.


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