Delito y miedo

encerrona


Por Pablo Carvacho, subdirector de Investigación y Desarrollo del Centro de Estudios Justicia y Sociedad, PUC

Durante los últimos meses se ha extendido la percepción de que los actos delictivos en el país estarían desenfrenados. Sin embargo, asemejar el delito al miedo o a la percepción de inseguridad suele ser un ejercicio de consecuencias nefastas.

Como siempre, las percepciones se construyen en base a diversos aspectos que exceden la experiencia de haber sido víctima de un delito. Episodios de desórdenes, terrenos baldíos, basurales, grupos en la calle que “parecen” ser delincuentes, aumentan la sensación de inseguridad. También los medios de comunicación, especialmente los noticiarios y su exposición desmedida de hechos delictivos, junto con políticos, que buscan parecer sensibles a las necesidades de sus electores, tienden a exagerar la frecuencia y gravedad de los delitos.

Sin perjuicio de ello, como ocurre con otros tipos de riesgos, ser víctima de un delito es un fenómeno que en la práctica afecta a una porción no mayoritaria de la población y que, sin embargo, en las últimas semanas parece ser una realidad generalizada a partir del homicidio de niños en distintas zonas del país.

El miedo a ser víctima y el delito son entonces dos fenómenos sociales diferentes, que, como lo muestran los datos, corren por carriles separados. Este hecho exige que sean tratados de manera diferenciada.

Las causas del delito son profundas, complejas y su solución depende, sobretodo, de políticas sociales de mediano y largo plazo. El miedo, por su parte, depende de la (auto) regulación de los contenidos comunicacionales de medios masivos y también del mundo político.

El problema para las políticas criminales surge cuando se busca solucionar el estado del delito en base al diagnóstico del miedo y a la sensación de inseguridad de las personas. El resultado de tomar medidas en base a percepciones de riesgo amplificadas son políticas y medidas desmesuradas y mal enfocadas.

De ahí que sea necesario distinguir. Si se quiere prevenir el delito es necesario mirar la desigualdad, el abuso y la falta de oportunidades, entre otras causas que subyacen al comportamiento delictivo. Si lo que se quiere es atacar el miedo al delito, hay que mirar la forma y contenido en que se entregan los mensajes relativos al delito. En este sentido es necesario poner el foco en la forma en que los medios de comunicación dan a conocer los hechos y enjuiciar críticamente cómo la clase política los aborda desde la toma de decisiones.

Por último, si lo que se busca es atajar el cada vez más visible crecimiento de bandas criminales organizadas, su violencia y el uso de armamento de grueso calibre y militar, entonces debemos mirar nuestras policías. Estas deben ser diferenciadas en sus funciones; deben ser reducidas en tamaño con el fin de hacerlas menos atractivas a ser corrompidas; deben ser dotadas de equipos de fuerza efectivos; y, sobretodo, deben contar con recursos y capacidades para desarrollar inteligencia policial, algo tan visiblemente deficitario en el último tiempo.

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