Opinión

El ciclo polar

Andres Perez

Jeannette Jara está haciendo con Carolina Tohá lo que José Antonio Kast hace con Evelyn Matthei: golpearla donde más le duele, atacarla en forma sorpresiva, llevar al límite la solidaridad entre candidatos de un mismo sector. Jara ha hecho esto en todos los foros de los candidatos del oficialismo, posiblemente sabiendo que es una táctica que también la convierte en la protagonista, la figura de la que todos hablan, la invitada del chismorreo. ¿Cuánto falta para que un matinal entre a su casa?

De acuerdo con algunas encuestas, la candidata comunista ha sido exitosa. En algunas muestras parece haber superado a Tohá. Pero las encuestas son un problema en este ciclo electoral. Han proliferado de tal manera, que muy pocas -tres o cuatro- pueden defender su propia seriedad. En el resto prevalece un alto grado de opacidad, aunque tener una encuesta a su favor es un activo al que aspira cualquier candidato. En la polvareda, todos se parecen.

Como otros de los candidatos, Jara es el producto de una idea fallida: que Bachelet fuese candidata por tercera vez, lo que evitaba las primarias y la competencia. Más allá de sus propios deseos, Bachelet era la candidata de la no discusión. En todos los partidos oficialistas había al menos un grupo que prefería esa situación; era la forma más barata de asegurar la unidad de la coalición.

Carolina Tohá terminó con ese proyecto al anunciar su postulación, sabiendo que tendría que enfrentar competidores. Logró, con más roce del que quizás hubiese esperado, convertirse en la candidata de todo el Socialismo Democrático, lo que debía tener el efecto paradójico de obligar al PC y al FA a actuar durante la campaña como un polo de izquierda radical, ya no sólo anticapitalista, sino también antisocialdemócrata.

Jeannette Jara no se muestra incómoda en esa posición. Al iniciar su candidatura se quejó de que se usara en su contra el sentimiento anticomunista; pero ha de haber percibido que ese reclamo carece de sentido cuando el anticomunismo toma pie en la historia más bien lamentable de la Unión Soviética y China y todos sus satélites. Si el PC existe a pesar de eso, no tiene más alternativa que defender su identidad histórica. Es el giro que ha ido dando. Allí está su electorado: en los duros del pasado y los desencantados del presente.

Sus competidores dirían que, a estas alturas, se ha pasado de largo. En el foro organizado por Copesa, plantó la sospecha sobre el acuerdo entre Codelco y SQM, un escepticismo que tiene amplia resonancia en la izquierda; criticó la política de seguridad del gobierno y hasta le puso una nota mediocre a la gestión ministerial de Carolina Tohá (5 de 10). Sin dar importancia al hecho de que estos asuntos tocan, además, a su exjefe, el Presidente Boric, contando con que este no dirá nada, para no ser acusado de intervencionismo y en honor a su trato siempre indulgente con el PC.

El PC designó a Jara con el fin limitado de competir. Jara se ha propuesto ganar. Su entorno no cree que eso se pueda lograr sin polarizar, endurecer, presionar. Por lo demás, dicen, otra cosa no calzaría con su estructura de personalidad. Y, por fin, el riesgo de ruptura de la coalición ha sido ampliamente sobreponderado, porque ninguno de sus partidos está en condiciones de quebrarla sin dañarse a sí mismo. Sería un suicidio.

En el peor los casos, podría ocurrir que el oficialismo llegara a dos listas separadas de candidatos parlamentarios. Pero esto tendría que ver menos con la competencia presidencial que con el hecho de que los cupos son escasos. Aunque al ciudadano de a pie le resulte incomprensible, 155 escaños son muy pocos para pequeños partidos que pueden acumular el cuádruple de postulantes. Hay otras implicancias en las dos listas, pero ese es otro tema.

La simetría de la situación Jara-Tohá y Kast-Matthei se termina en este punto: la derecha llegará con su disputa hasta la primera vuelta. Kast ya llegó a una primera vuelta (contra Boric) y hasta la ganó. Desde un punto de vista, por así decirlo, psicológico, no está en condiciones de aceptar que alguien tenga mejor derecho y no aceptará ser culpado si la derecha es derrotada. Además, sus diferencias con el estilo de Chile Vamos (y más con Evelyn Matthei) están en el campo de las convicciones, de lo que no se puede ceder. En esto lo podía desafiar Johannes Kaiser, pero no la exalcaldesa.

Su campaña ha buscado una síntesis para subrayar ambas cosas: “Kast tenía razón”, que es una forma de decir también que no comparte el mundo de los errores donde se sitúan sus contradictores. Como Jara en su sector, Kast se ubica en un campo de pureza conceptual y política donde todo acuerdo con el adversario es una bajeza. En la reforma previsional, por ejemplo, Kast denuncia a Chile Vamos por negociar con el gobierno, mientras que Jara, que llevó esa negociación, promete que la destruiría si llegase al poder.

Es un hecho que Matthei no ha encontrado aún la forma de hacer frente a esta ofensiva, aunque también es cierto que su campaña se ha desarrollado en forma morosa, precavida, defensiva. Tampoco Tohá, mucho más activa, ha hallado el modo de frenar las embestidas de Jara; en sus últimos encuentros hasta se ha declarado sorprendida.

Hay bastantes similitudes entre esta elección y la del 2021, lo que significa que el ciclo de la polarización no ha concluido. Y por eso, habrá un momento en que Tohá y Matthei tendrán que admitir que han sido invitadas a un torneo de látigos. No podrán eludirlo.

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