El poder de la ciencia y la tecnología



Por Anil Sadarangani, director de Innovación U. Andes

Si hiciéramos una encuesta, en donde la pregunta principal fuese: ¿se siente indefenso frente a una futura pandemia?, es posible que más del 90% contestaría que sí, porque la mayoría cree que uno de los costos del Covid es mostrar la impotencia de la humanidad frente a situaciones que no logra controlar y que están (y siempre han estado) en la naturaleza. Pero, lo que muchos no han logrado ver, es que 2020 ha demostrado que el mundo no está indefenso, que las epidemias ya no son fuerzas incontrolables y que tenemos la mejor arma para que sea un desafío manejable: la ciencia.

Es posible que, para muchos, el tiempo que ha pasado ha sido muy largo, pero hagamos un breve resumen de los hechos: las primeras alarmas sobre una posible nueva epidemia comenzaron a sonar a fines de diciembre de 2019. En menos de 15 días (10 de enero de 2020), los científicos habían aislado el virus responsable y secuenciaron su genoma, publicando la información en línea. En unos meses, quedaba claro qué medidas podrían ralentizar y detener las cadenas de infección y, en menos de un año, la humanidad contaba con vacunas eficaces para inmunizar a la población. En la guerra entre humanos y patógenos, nunca habíamos sido tan poderosos.

Junto con los logros sin precedentes de la biotecnología, el año Covid también ha dejado de manifiesto el poder de la tecnología de la información. En épocas anteriores, la humanidad rara vez podía detener las epidemias, simplemente porque no se podía monitorear las cadenas de infección en tiempo real y, porque el costo económico de los bloqueos prolongados de movilidad de las personas habría resultado en la ruina económica, el colapso social y la hambruna masiva.

Pero, en 2020, la vigilancia digital facilitó mucho el seguimiento y la localización de los vectores de enfermedades, lo que significa que la cuarentena podría ser más selectiva y eficaz. Aún más importante, la automatización e Internet hicieron viables los encierros, al menos en los países desarrollados, en donde vimos como el desarrollo del e-comerse se aceleró en, al menos, 5 años, según los expertos. Si bien en algunas partes del mundo todavía se recordaba la experiencia de plagas pasadas, en gran parte del planeta la revolución digital lo cambió todo.

Un ejemplo de cómo la automatización y la era digital permitió que algunas industrias siguieran funcionando sin inconvenientes fue la actividad marítima. En 1582, la flota mercante inglesa tenía una capacidad de carga total de 68.000 toneladas y requería de unos 16.000 marineros. El buque portacontenedores OOCL Hong Kong puede transportar unas 200.000 toneladas y requiere una tripulación de solo 22. Durante 2020, el volumen del comercio marítimo mundial se redujo solo en un 4%; según consigno el Dr. Harari en una reflexión publicada en el Financial Times.

La automatización y la digitalización han tenido un impacto aún más profundo en los servicios. En 1918, era impensable que oficinas, escuelas, tribunales o iglesias pudieran seguir funcionando encerradas. Si los estudiantes y los profesores se refugian en sus casas, ¿cómo podrían impartir clases? Hoy conocemos la respuesta.

Por supuesto, los humanos siguen siendo seres físicos y no todo se puede digitalizar. El año del Covid ha destacado el papel crucial que desempeñan muchas profesiones mal pagadas en el mantenimiento de una sociedad: enfermeras, trabajadores de saneamiento, camioneros, cajeros, repartidores, profesores, entre otros.

El año Covid ha expuesto, de manera categórica, la importancia de la ciencia, la innovación y la tecnología. Es de esperar que hayamos aprendido a invertir y confiar en la ciencia para tomar mejores decisiones para nuestro planeta.

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