Opinión

¿El regreso del FUT?

Andres Perez

En Chile, pocas siglas evocan debates tan intensos como FUT (Fondo de Utilidades Tributables). Creado en 1984, permitió diferir el impuesto personal mientras las utilidades se reinvertían, usando como crédito el impuesto de primera categoría ya pagado. En una economía con financiamiento imperfecto, el diferimiento incentivó la inversión y, con impuestos personales progresivos, suavizó la carga entre años. Esa fue su lógica proahorro e inversión. Con el tiempo, el stock creció y surgieron asimetrías y planificación agresiva, por lo que la reforma 2014–2017 lo cerró y reemplazó por los registros Rentas Afectas a Impuesto (RAI), Registro de Rentas Exentas (REX) y Registro Saldo Acumulado de Créditos (SAC).

¿Por qué vuelve a la agenda? Por razones fiscales y de simplicidad: en 2024 se abrió una ventana de impuesto sustitutivo (12% sobre saldos RAI) para retirar utilidades acumuladas. Aunque transitoria, confirma que el diferimiento sigue en el menú. No es nuevo: hubo ventanas similares en 2015 y 2021. En la práctica, son mini-FUTs acotados por tiempo y tasa: caja hoy a cambio de impuestos futuros.

Quienes proponen revivir un esquema tipo FUT argumentan que Chile necesita capitalización interna y reglas que no castiguen la reinversión. Un instrumento de base retiro simple —bien resguardado contra abuso— podría alinear inversión con empleo y productividad, especialmente si el próximo ciclo político impulsa una agenda procrecimiento y proinversión. Además, en un sistema donde el IVA aporta cerca del 47% de la recaudación, aliviar la carga sobre utilidades retenidas puede corregir sesgos antiahorro. Desde la sociedad civil, algunos vinculan esta discusión con rediseñar el IVA (impuesto al valor agregado) mediante tasas diferenciadas o compensaciones, buscando un mix más progresivo.

Sin embargo, cabe recordar que el FUT no se eliminó por capricho: su masificación generó desigualdad entre contribuyentes, complejidad administrativa y brechas de fiscalización. Reinstalarlo sin candados robustos reabriría espacios de elusión y diferimiento indefinido. La experiencia internacional muestra que medidas bien intencionadas —como IVAs diferenciados para corregir regresividad— suelen provocar filtraciones y menor recaudación si no se focalizan por el gasto. Con el FUT ocurriría algo similar: la clave no es el nombre, sino el diseño y la trazabilidad de las utilidades.

Más que un FUT 2.0 puro, es plausible ver ventanas periódicas de impuesto sustitutivo —como la de 2024–2025— y ajustes que amplíen la base de retiro para ciertos contribuyentes (por ejemplo, pymes) bajo condiciones: límites, tasas crecientes si no se invierte y mayores controles de crédito vía SAC. En un escenario político fragmentado, los acuerdos tienden a soluciones transitorias que recauden sin rehacer todo el sistema. Técnicamente, la continuidad está en seguir usando RAI, REX y SAC como el “nuevo idioma” del viejo problema: cuándo gravar la utilidad y cuánto acreditar.

Si el próximo ciclo abre espacio para un giro procrecimiento, la discusión útil no es si vuelve el FUT, sino bajo qué reglas se permite diferir el impuesto personal condicionado a reinversión verificable, con horizontes acotados y tasa de salida conocida. Acompañado de políticas de compensación focalizadas o transferencias para mitigar la regresividad del IVA —preferibles a multiplicar tasas—, Chile puede equilibrar inversión y equidad sin repetir los vicios del pasado. La pregunta no es si vuelve el FUT, sino con qué reglas y por cuánto tiempo.

*El autor de la columna es decano de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad Diego Portales.

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