El reto de Boric es no naufragar



Por Sergio Muñoz Riveros, analista político

Se ha dicho que el triunfo de Gabriel Boric representa un cambio de época. En realidad, nunca se sabe. Habrá que ver. Pero es mejor evitar las expectativas desorbitadas, detrás de las cuales suelen venir los grandes desencantos. Lo aconsejable es no ceder al hechizo de que la llegada “del Presidente más joven de la historia” posee una trascendencia metafísica, asociada al sentimiento de que los jóvenes encarnan la pureza. Eso se llama fantasear. La pureza no es de este mundo. De partida, no se sostienen los análisis que dan por cierto que el perfil ideológico y político que Boric exhibía hasta el 21 de noviembre, cambió sustancialmente en la segunda vuelta. Nadie cambia en tan poco tiempo. Lo que no está en discusión es la astucia con la que salió a conseguir los votos que necesitaba.

¿Cuál debería ser el objetivo primordial del nuevo Mandatario? Evitar que su gobierno naufrague. Quizás parece un objetivo modesto para quienes esperan una epopeya, pero se trata del más exigente, porque supone actuar de un modo que no desate una dinámica autodestructiva. Ya instalado en La Moneda, Boric estará obligado a velar por la suerte general del país, lo que implica atreverse a tomar decisiones que puedan contradecir los humores de la calle. Tendrá que articular los deseos con las posibilidades, los proyectos con los recursos, y resistir la tentación del voluntarismo para no chocar con la realidad. Y necesitará que sus opositores no apliquen el manual de desestabilización usado por los opositores del Presidente Piñera (entre ellos, él mismo). Si sus opositores deciden pagarle con la misma moneda, todo será muy complicado.

Entrevistado en EM (26/12), Giorgio Jackson, el colaborador más cercano de Boric, dijo que se retirarán las querellas por Ley de Seguridad Interior del Estado contra los presos de la revuelta, y sostuvo: “Espero que un gobierno que empatice con las demandas ciudadanas y proponga un plan para resolverlas les entregue menos razones a las personas para tener rabia o frustración. Toda protesta es reacción a algo”. Tendremos, pues, un gobierno empático, que reducirá las rabias y las frustraciones, lo que suena casi mágico. Cuando le preguntaron por la quema de casas en el lago Lanalhue, dijo que hay que dialogar para “construir reconocimiento, autonomía, resolver los temas de territorio”. Es una visión borrosa sobre las obligaciones de Estado, que puede ser la fuente de graves calamidades.

Hay quienes creen que Boric coordinará su gestión con el grupo que controla la Convención para alcanzar los objetivos del “gran cambio”. Sería un error monumental. Debe preocuparse de sacar adelante su gobierno, y eso ya es mucho. Y no podrá olvidar ni por un instante que su poder está protegido por el estado de derecho y que, por lo tanto, nadie más que él debe estar interesado en hacerlo respetar. Su supervivencia depende de la estabilidad institucional.

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