Están disponibles

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Son ya varios los dirigentes y políticos de la oposición que han manifestado su disponibilidad a ser candidatos presidenciales para la próxima elección. Y más allá de los tonos y maneras, me parece interesante indagar qué pudiera haber detrás de las declaraciones de Ricardo Lagos Weber, Ximena Rincón y Óscar Landerretche.

Una primera interpretación, algo desalentadora confieso, podría suponer que habida cuenta el deterioro y descomposición por el cual atraviesa el bloque opositor, y muy especialmente la ex Nueva Mayoría, lo que simplemente hay es un intento por transitar hacia la tesis del "por si acaso". En efecto, y no habiendo nada que perder, estos tempranos anuncios podrían ser mirados como la consecuencia de un exceso de individualismo, el que acompañado con un alto concepto de sí mismos, los lleva a creer que, además de contar con las cualidades para dicho futuro cargo, son capaces de resolver solos los grandes problemas por los cuales atraviesa su sector.

Una segunda mirada podría poner el acento en el componente generacional. Porque más allá de las diferencias en las ideas y estilos -que no son pocas-, los tres pertenecen a un grupo etario que generó grandes expectativas para la política chilena, pero en cuyo saldo global abundan las eternas promesas que no lograron consolidarse, ni menos materializar un liderazgo distintivo y convocante. Desde esta perspectiva, quizás el renovado entusiasmo que convoca ahora a estos cincuentones tiene un acicate en la difícil situación por la cual también atraviesan las otras dos generaciones que los flanquean: la vieja guardia de los Heraldo Muñoz o Máximo Pacheco, por arriba; y los frente amplistas de las Beatriz Sánchez o Gabriel Boric, por abajo.

Pero una tercera posibilidad, algo relacionada con lo anterior, supone el esfuerzo por recuperar una posición política hoy extraviada. Específicamente para el caso de Lagos Weber o Landerretche, pienso en la posibilidad de refundar una izquierda liberal, social demócrata, que pese a su origen concertacionista, no tenga miedo a dar vuelta la página y superar el pasado -no romper con el mismo, como intentó la ex Nueva Mayoría- para afrontar esta época con nuevas ideas, estilos y liderazgos. Una generación que sea más amiga de la verdad que de lo políticamente correcto; cuya lealtad esté más con sus convicciones y menos con Twitter; que entienda la diferencia entre la necesidad de ser populares y los peligros del populismo; y que trabaje más por reivindicar la actividad política y no por destruirla para su corto beneficio. Sí, que trabaje, porque esto es más transpiración que talento; y se requerirá mucho más esfuerzo, generosidad y humildad del que se ha visto hasta ahora.

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