Fuerza laboral femenina



SEÑOR DIRECTOR:

La participación de la mujer en la fuerza de trabajo es un tema de creciente interés por razones de equidad de género y repercusiones económicas. Se estima que, en Chile, por cada punto de aumento en la participación laboral de la mujer, el PIB anual podría crecer adicionalmente en un 0,5% (Clapes UC, 2020).

Pero el mayor protagonismo laboral de la mujer se da en un plano de desigualdad respecto a los hombres. Desde luego, los estudios revelan que la mujer es más sensible a los ciclos económicos: salen antes y retornan después a la fuerza de trabajo. Esto sucedió en la pandemia. En 2020 hubo una profunda caída en la actividad económica y fue la ocupación femenina la más perjudicada por la pérdida de alrededor de 900 mil puestos de trabajo respecto a 2019. Su tasa de desocupación aumentó en 35%, y pudo ser incluso mayor de no mediar el retiro desde la fuerza de trabajo de un millón de mujeres. Y, actuamente, ha sido la mujer la de mayor incidencia en la recuperación del empleo.

Un segundo aspecto es la alta informalidad, alcanzando niveles superiores al 30% del empleo total. Se trata de actividades por cuenta propia de baja productividad y escasa protección social. En materia de ingresos monetarios, las mujeres ocupadas ganan en promedio 25% menos que los hombres. Esto se explica por la informalidad y porque, en el empleo formal, ellas se ocupan en sectores como el comercio, los servicios de alimentación y de enseñanza, cuyas remuneraciones son inferiores a otras que se dan en industria, minería y construcción, con mayor presencia masculina.

Lo anterior se ve corroborado en la educación superior, donde las mujeres tienen una baja presencia en carreras científicas y tecnológicas. Y, por cierto, las brechas de ingresos también se originan en pagos diferentes por igual función y responsabilidad, trato desigual originado en fenómenos culturales más que en productividad.

El mayor desafío futuro en materia de inserción laboral de la mujer será el impacto de las nuevas tecnologías y la automatización en los procesos productivos donde corren en desventaja, en especial, en la conciliación trabajo y familia. De ahí la importancia del teletrabajo, la flexibilidad horaria y los subsidios a la labor de cuidados. Y, en el plano digital, es un imperativo una capacitación continua en el uso de tecnologías básicas de información y comunicación, y avanzadas de inteligencia artificial y robótica.

Carlos Williamson

Investigador Clapes UC

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