Fundación e Imperio



Por Gonzalo Valdés, director ejecutivo del Centro de Políticas Públicas UNAB

Mientras leía sobre política internacional un amigo me recomendó ver Fundación, serie inspirada en la novela homónima de Isaac Asimov que yo le había recomendado a él hace años. Mezclar ciencia ficción y realidad es generalmente relajante, pero en este caso las perspectivas de ambas disciplinas presagian conflictos.

La saga Fundación relata la vida de un matemático que descubre que su civilización está en decadencia, y pone en marcha la Fundación. Esta será la base de la nueva civilización que nacerá cuando caiga el Imperio Galáctico, que domina la vía láctea. A medida que se traba la tecnología y la sociedad se estanca, el Imperio pierde poder en la periferia y se independizan las colonias más distantes, minando la confianza de los ciudadanos en su imperio. Algo similar vemos hoy en la esfera internacional.

Estados Unidos se convirtió en el líder indiscutido del mundo cuando cayó la Unión Soviética y terminó la Guerra Fría. El “Imperio Americano” propició políticas públicas, regímenes de gobierno, organismos internacionales, y también guerras que generaron el mundo que vemos hoy. Pero ese modelo es hoy cuestionado.

Las protestas en todo el mundo (España, Francia, Ecuador, Hong Kong, Inglaterra y también Chile) indican que se perdió el acuerdo sobre cómo resolver diferencias de forma pacífica. Este acuerdo -transversal a numerosas culturas- era visto por los americanos como un símbolo de la superioridad moral de su sistema político.

La confianza de los americanos en su propio sistema político está además siendo socavada desde dentro. El juicio de aborto de Roe vs Wade se encuentra en discusión en la Corte Suprema (por azar de tendencia conservadora), por lo que una parte de la izquierda propone aumentar el número de jueces y elegirlos ellos (el movimiento Pack the Court).

El sistema electoral está en crisis: Nueva York acaba de pasar una ley permitiendo que 800 mil personas sin ciudadanía voten en elecciones locales generando una batalla cultural sobre quiénes tienen acceso al voto, las leyes sobre cómo dibujar los distritos electorales son un tema de matinal, y no podemos olvidar que el asalto al capitolio se justificó por un supuesto fraude electoral.

El sistema policial está también en cuestionamiento desde el caso de George Floyd, y un manejo displicente de la migración podría significar la reelección de Trump el 2024. Las encuestas muestran un número creciente de ciudadanos (de izquierda y derecha) que creen que sus adversarios políticos no tienen la estatura moral suficiente para gobernar. Dos libros recién publicados proyectan que Estados Unidos podría vivir una segunda guerra civil. Ni siquiera los intelectuales se escapan de tomar partido y repetir niñerías como “él empezó, no fue mi culpa”.

Los adversarios de Estados Unidos lo ven debilitado y actúan en concordancia. Putin invadió Crimea a vista y paciencia de Obama, y acaba de enviar “tropas de paz” a Kazajstán para terminar con las protestas. Hoy hay tropas rusas estacionadas en la frontera ucraniana. China es hoy una potencia y quiere manejar su esfera de influencia, incluyendo a socios históricos de Estados Unidos como Japón y Corea. Entre islas artificiales, alzas de gasto militar, compra e inversión en activos estratégicos extranjeros, uso de poder de mercado para evitar críticas internacionales y afirmaciones de ser una democracia, China es hoy un dolor de cabeza para el Imperio.

Por último, Estados Unidos está preso hoy de su propio éxito. Cuando terminó victorioso la segunda guerra mundial, su economía era equivalente a la mitad de toda la producción mundial; hoy es “solo” un cuarto. Mantener su gasto militar respecto al mundo significa un esfuerzo cada vez mayor para el país, lo que es especialmente difícil a medida que aumentan las demandas por gastos en salud y educación.

La premisa de “Fundación” era que la decadencia del Imperio era irremontable. Aunque esto no es cierto en la vida real, sí sabemos que el Imperio Americano ya no es lo que era. No está de más prepararse para tiempos de cambio.

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