Hipnosis en masa



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Alguien debiera tratar de explicar cómo, a pesar de sus confusiones y divisionismo, la izquierda logra pautear el debate. A partir de septiembre se inicia la temporada de caza con que luego el progresismo se regodea. Comienzan con el día 4 (que este año cumple medio siglo), le sigue el 11 (que va camino a cumplir sus propias “bodas de oro”), luego viene el 5 de octubre, que es cuando el concertacionismo reaparece, y seguro que volverá a suceder este 18-O, cuando el estallido estrene su ciclo pedagógico. El propósito es encapsular, revivir nuestra historia en los términos más dramáticos, y sosegar a los inconscientes que se resisten (parecido a lo de la píldora Murti-Bing que alude Czeslaw Milosz en El Pensamiento Cautivo), impidiendo versiones más complejas que contaminen la pureza de tan conveniente guion ofrecido.

Aquí es cuando uno echa de menos que en la secundaria no se inmunice a las nuevas generaciones, no para fomentarles versiones contrarias igual de torcidas (la dictadura falló en esa línea), sino para adiestrarlas en cómo detectar adoctrinamientos burdos de cualquier tipo. Serviría para hacerles ver que las historias patrias, personales o de grupos, no son sacras ni aleccionadoras camino a la redención (la falacia beata), y que en esto de ritualizarlas y convertirlas en vía crucis lo hacen muchísimo mejor religiones milenarias. El sacerdocio laico a cargo, por lo demás, deja mucho que desear, basta oír sus prédicas:

“El pueblo de Chile triunfó eligiendo a Allende; ha venido sufriendo desconsoladamente desde que se puso fin a su revolución; algo se le alivió aunque engañándole, cuando le permitieron decir NO a Pinochet, debiendo estallar una y otra vez, nunca con tanta claridad como el 18-O, pero ya verán, el 25 de octubre los chilenos volverán a hacer suya la historia, y en modo ejemplar nos reencontraremos”. Hace rato que se nos viene proponiendo esta “narrativa” que, en octubre, se nos pedirá confirmar solemnemente. ¿Amén, entonces?

Milosz analiza varios motivos de por qué se produjo hipnosis en masa en sociedades totalitarias en su Polonia natal y otras democracias populares bajo el comunismo. Subraya el temor a pensar por sí mismo, querer subsumirse en lo gregario aun a costa de enajenarse, el sentimiento de culpa por estar apegado todavía al pasado, y antojos por convertirse. Nadie pareciera haberse preguntado si este tipo de motivaciones no han sido trabajadas también en nuestra “conversión” reciente en Chile. El fenómeno ha sido colectivo, ha tomado su tiempo, no se ha debido solo a movilización callejera “espontánea”. Los medios son quizá el principal conducto (¿incidirá la formación universitaria de los periodistas?). Sucede todos los septiembres, y recuerda a cuando antes en este mismo mes se pretendía que fuésemos furiosamente patrióticos.

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