Es hora de negociar de buena fe

El gobierno, tras cinco meses en La Moneda, finalmente envió su proyecto de reforma tributaria, que ha denominado "modernización tributaria". Ahora es tiempo de poner esfuerzos para contar con un debate fructífero que tome en cuenta objetivos comunes y las restricciones de cada sector.
Dado lo extensa y compleja de la propuesta de reforma sería irresponsable tener una discusión específica, sin revisar cuidadosamente sus contenidos. También sería irresponsable convertir en fetiche algunos elementos de la política tributaria.
Por tanto es tiempo de plantear, seriamente, los objetivos y las restricciones con los que cada uno se enfrenta a la discusión que viene y es tiempo de acordar un procedimiento para intentar acercar criterios.
Pienso que hay cuatro objetivos que debierán ser fáciles de compartir: i) Necesitamos simplificar nuestro sistema tributario; ii) Que la ley otorgue más certeza para algunos casos; iii) La reforma debe ayudar al crecimiento de largo plazo y, por último, iv) es imprescindible mantener la recaudación tributaria y que ésta sea consecuencia de una carga tributaria progresiva.
Imagino que el Ejecutivo también comparte estos objetivos sobre los cuales hacer la discusión.
Con todo, considero que debemos tener un debate honesto y explicitar elementos centrales en los que parece no haber acuerdo.
Primero, una cosa es estar de acuerdo en que la reforma sea fiscalmente neutral y otra muy distinta es estar de acuerdo en las estimaciones de gastos y recaudación contenidas en el proyecto de reforma. Varios expertos tienen fundadas dudas que el informe financiero refleje de manera correcta los efectos de los cambios planteados. Un ejemplo lo constituye la optimista estimación de recaudación de la boleta electrónica.
Segundo, es imprescindible tener compensaciones y cambios, que en su conjunto, no deterioren la poca progresividad que tiene nuestro sistema tributario y que ha costado mucho construir. La OCDE señala que nuestra distribución de ingresos, después de impuestos, es pésima en comparación a otros países de esa organización. Esto es conocido. Menos conocido es el hecho que nuestra distribución de ingresos antes de impuestos y transferencias está dentro de rangos mucho más comparables a los demás países. En este caso somos parecidos a Japón y Australia en esta medición.
¿Qué nos pasa entonces? Simple: nuestro sistema de impuestos y transferencias cambia muy poco la distribución del ingreso. Es poco progresivo. En otros países el efecto es mucho mayor y gracias a eso tienen una mucho mejor distribución.
Por último, no podemos permitir que se abran espacios para la elusión.
Mucho se habla de un sistema tributario horizontalmente justo. Nada es mas injusto que una vez que nos ponemos de acuerdo en cuántos impuestos se deben pagar, algunos usen planificaciones agresivas y portillos para pagar sustancialmente menos que otros.
Sin duda que la propuesta contiene aspectos positivos que deben estudiarse, como son la boleta electrónica, los impuestos a las plataformas digitales y las medidas de depreciación acelerada.
Como reza un conocido aforismo legal: "a lo imposible nadie está obligado". Yo no me siento obligado a que en pos de simplificar y dar certezas tributarias, legislemos y terminemos bajando la carga impositiva, que ya es baja, para llegar a un sistema aún menos progresivo.
Si estamos de acuerdo en los objetivos, la buena política puede ayudar. Y una parte de la buena política es el arte de ponerse de acuerdo, pero también lo es negociar de buena fe.
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