Imaginen esta historia de espionaje

Imaginen a muchas personas ideando la manera de desviar dinero proveniente de la Ley Reservada del Cobre. Deben hacerlo en secreto, idear procedimientos que no se puedan detectar por controles institucionales y diseñar una operación de desfalco de máxima inteligencia para hacer desaparecer alrededor de 10 mil millones de pesos, sin que nadie se de cuenta.
Imaginen que un grupo perteneciente al Ejército empieza a sospechar que se lo están llevando algunos de sus compañeros para su beneficio. Deciden denunciar las malas prácticas de otros soldados. Como temen por su trabajo, entregan documentos que prueben que algo anda mal.
Imaginen que esas personas en vez de confiar en la transparencia y los mecanismos de control de su institución, confían más en la eficiencia de un periodista.
Imaginen que el periodista que recibe la denuncia reúne antecedentes, investiga, se junta con personas que libremente han decidido denunciar y le explican cómo opera el mecanismo de corrupción. En paralelo, la justicia hace su trabajo y empiezan a desfilar por los tribunales una serie de miembros del Ejército en lo que se conoce como Milicogate.
Imaginen que el periodista decide escribir un libro, porque gracias a su trabajo tiene muchos antecedentes y el caso es de interés nacional, no solo porque la plata pública es escasa, sino porque las demandas por mejores pensiones, salud y educación esperan históricamente hasta que la economía y el precio del cobre permitan reunir los fondos.
Imaginen que mientras el periodista está escribiendo el libro empiezan a pasar cosas raras. Roban discos duros donde había reportajes de su autoría, irrumpen en oficinas, pinchan teléfonos, lo siguen, el periodista cuenta que se le repetían rostros de personas, vestidos de distintas maneras, simulando roles casuales en la calle, a la vuelta de su casa.
Imaginen que cuando se descubre la operación de espionaje, las declaraciones oficiales del Ejército -publicadas por este medio- dicen que había que espiarlos porque esa gente habría violado el secreto militar... ¿Cuál secreto? ¿El secreto de cómo operaba el mecanismo de corrupción? Por suerte para el país que esas personas y el periodista se atrevieron a violarlo, y hoy conocemos más detalles de cómo operaban.
Ahora imaginemos si el ministro de Defensa sabía de esto. ¿Estaba informado este ministro (o el anterior) de una "operación de inteligencia" que tenía como objetivo final evitar la publicación de un libro sobre las actos de corrupción al interior de la institución?
Imaginemos que la autoridad civil, enfrentada a la prensa esperando ansiosa una explicación robusta sobre un hecho impresentable en contra de la libertad de expresión, decidiera contestar con un volador de luces de esta especie: "lo que nos parece un hecho delicado es que se puedan filtrar antecedentes que dicen relación con labores de los servicios de inteligencia en nuestro país".
Fin del cuento.
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