Jaleos (nueva temporada)



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Así como hay gente que cada 21 de mayo celebra los cañonazos (Prat y la Esmeralda sirviendo de excusa), los hay también que se refocilan con la posibilidad de volver a escenificar la toma de la Bastilla, el Palacio de Invierno o el acorazado Potemkin. Actualizada ritualmente, la historia es siempre una -vuelve sobre sí misma-, lo cual es una patraña. No faltan, sin embargo, quienes porfían y surte efectos. De Tocqueville repara en este querer regurgitar la historia cuando nota que los revolucionarios de 1848 remedan a sus predecesores de 1789. Marx coincide; decreta incluso como patético el propósito de repetir la historia alguna vez trágica -el 18 de Brumario- volviéndola, para su colmo, en comedia (1851). Marx tuvo el buen tino de no ser marxista, burdo no era.

Lo cual lleva a preguntarnos qué fue lo de esta semana en la comuna de El Bosque. ¿Un estallido desesperado o un montaje escénico para no olvidar el también supuestamente desesperado hito aquel, el 18-O? Oportunidad que por ningún motivo había que desestimar, con uno de cuatro chilenos en cuarentena (90% de la RM), muchos pasándolo muy mal, mientras el resto, ociosos, frente a aparatos idiotas (no solo la televisión, las redes sociales también). Éxito seguro montar un reventón de proporciones, ahora sí que sí.

Que pudo haber sido un montaje es bien posible. Las autoridades han detectado suficientes coincidencias: fechas, cronométricas (siete meses exactos desde el 18-O); modus operandi, conocido; lugares revisitados, idénticos (la misma subcomisaría de Peñalolén); y el PC y Frente Amplio proporcionando las bendiciones de rigor. El Arte y la Cultura también haciéndose ¡presentes!... en “Plaza Dignidad” (era de adivinar), con la debida iluminación, high-tech-cool, gracias a Delight Lab, expertos en video mapping (la Riefenstahl, Speer y Goebbels habrían quedado boquiabiertos). Con una diferencia: en vez de encapuchados, muchos a cara descubierta sin siquiera mascarilla esta vez (¿qué dirá Dante Pesce de la ONU?), ni tampoco con esos overoles blancos impecables, de parada, estrenados semanas atrás.

Por cierto, jugando el mismo juego equívoco en que no es fácil diferenciar los distintos planos operando a la vez. Por un lado, problemas sociales profundos, estructurales (fin del capitalismo, dicen), y por el otro, el cúmulo de supuestos detonantes: malestar arrastrado desde siempre (¿desde Enrique Mac Iver en 1900?); movilizaciones convocadas, para nada espontáneas; y el estallido propiamente tal. Con la particularidad que no todo calza. No hay indicios de la tan mentada discriminación de género, ni que “Chile despertó” (¿en pandemia?), o de cómo todo esto lo va a solucionar el proceso constituyente. Lo que es el hambre, que de veras importa, cuesta precisar cuánta efectivamente hay entre tanta pirotecnia.

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