Columna de Teodoro Ribera: La Antártica en la política exterior

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El hielo se derrite en el Polo Norte, facilitando el acceso a los espacios árticos y sus recursos naturales. Con el aumento del tráfico marítimo, el Ártico ha vuelto a despertar intereses geopolíticos, dejando de lado su carácter excepcional como lugar de cooperación pacífica. El cambio climático ha transformado su paisaje natural, convirtiéndolo en un escenario de tensión en que las grandes potencias luchan por la supremacía.

Aunque más lento, también el calentamiento global está alterando el continente antártico. El deshielo de grandes glaciares y el aumento de las temperaturas en el Océano Austral han agrietado zonas hasta hace unas décadas impenetrables. El continente antártico ha comenzado a agitarse y Chile, el país más cercano, es testigo y será protagonista de estos cambios. Las corrientes del Océano Austral bañan también las costas de Magallanes, y en gran volumen reingresan al pasaje de Drake girando en el sentido del reloj alrededor de la Antártica. Un fenómeno que integra a Magallanes a un sistema ambiental único y exclusivo.

Al igual que el Polo Norte y bajo el sello de la incertidumbre ambiental y la lucha por recursos, la zona austral del planeta atraviesa un cambio de época geopolítica. Las potencias han renovado sus agendas antárticas, la actividad pesquera ha aumentado, el deshielo abrirá las puertas a intereses mineros y el pasaje de Drake está recuperando su valor político. El statu quo del sistema antártico, negociado durante la Guerra Fría, amenaza con disolverse ante la ausencia de un control político articulado y único.

Ante ello, Chile debe mirar la Antártica con una visión más amplia e integradora. El papel de Tierra del Fuego es fundamental, porque es el eslabón geográfico que brinda la mayor de nuestras ventajas: la cercanía geográfica y un sistema de relaciones ambientales asociado a la Antártica. Es ahí donde se incuba y germina la cualidad antártica de Chile y su gran ventaja comparativa. Sin embargo, la tardía reacción chilena en el afianzamiento de su plataforma continental o bien las incertezas en torno al uso del Estrecho de Magallanes, confirman que el sur austral se ha transformado en un punto ciego para la política exterior.

No basta con visitas políticas ni sesiones parlamentarias en el continente blanco para afirmar nuestra soberanía, sino se conecta con una idea matriz que conlleve una decisión de Estado: potenciar el control político de Chile desde Tierra del Fuego (efectividad de la posesión). Concluir el camino por Tierra del Fuego que la integrará a Puerto Williams; impulsar el desarrollo de la primera mediante un examen y reconducción de los subsidios económicos que no han dado resultado; promover la habitabilidad de la isla y convertir a la provincia antártica (que comienza en Tierra del Fuego) en centro y punto de partida de la política antártica chilena, conforman un nudo neurálgico que Santiago y Punta Arenas debiesen observar con sentido de futuro. En otras palabras, Chile debe construir una nueva centralidad antártica: visionaria, estratégica, lectora de esta era de cambios geopolíticos y de largo aliento.

Por Teodoro Ribera, rector U. Autónoma de Chile y ex ministro de RR.EE.

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