La cancelación



SEÑOR DIRECTOR:

En las últimas semanas, centros de opinión y actores de la sociedad civil (algunos que incluso pidieron exponer en la Convención y se les dijo que no) han generado propuestas para una nueva Constitución en caso de que gane el Rechazo. Coinciden en que el nuevo texto debe tener diferencias sustanciales con el actual, en cuanto a otorgar más derechos sociales, reconocer a los pueblos originarios, preocupación por el medioambiente, y que además sea aprobado mediante un plebiscito.

La izquierda radical ha señalado que sugerir propuestas como estas antes del plebiscito de salida del 4 de septiembre sería antidemocrático y saltarse las reglas del juego, porque la papeleta solo admite dos alternativas: Apruebo o Rechazo.

Pero nada dicen sobre los muchos que votarán Apruebo señalando que, si esta opción gana, pedirán que se realicen reformas inmediatas a la nueva Constitución; e incluso han dado detalles sobre estas rectificaciones. En este caso, eso sí, quienes las proponen no son considerados antidemocráticos ni que con ello se insulte el trabajo de la Convención.

Esta contradicción intencional proviene de quienes creen que cancelar al otro es un método de acción política y desconfían de la libertad de expresión. En general pertenecen al Partido Comunista, que en un principio se opuso a la existencia de la Convención y, sin embargo, ahora sostiene que no alabarla -y hacer propuestas para una mejor Constitución- sería antidemocrático.

Para estos, hay buenos y malos, intereses nobles y espurios; o, como dijo Elisa Loncón, aquellos que votarán Rechazo porque “les dicen” que así lo hagan (nueva versión del despectivo concepto de “facho pobre”). Es que cuando sus preferencias priman en las elecciones, el pueblo es sabio; pero cuando pierden (o ven peligrar sus opciones), la gente no tiene consciencia, carece de inteligencia y está dormida por el consumo de opio.

Esta anulación del otro desconoce que las personas son libres y tienen todo el derecho de hacer propuestas o cuestionar el trabajo de la Convención, sin que ello sea o se considere una insolencia; y porque, además, muchos no fueron siquiera escuchados, en un ambiente de cancelación que primó entre buena parte de los convencionales.

Juan José Ossa

Abogado

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