La DC ante el futuro



Por Jorge Burgos, abogado

En un momento en que todo, o casi todo, parece estar en discusión en nuestro país por efecto de las propuestas de la corriente refundacional que parece controlar la Convención, y también por las interrogantes que despierta la llegada del nuevo gobierno, todas las fuerzas políticas están obligadas a tomar posición respecto de los caminos posibles para Chile y definir con dignidad y claridad los valores con los que se identifican. La Democracia Cristiana no puede eludir tal exigencia.

Lo primero que necesita la DC es dejar a un lado los condicionamientos electorales o políticamente subalternos, como la posibilidad de tener o no tener cargos en el nuevo gobierno, para poder reflexionar a fondo sobre el futuro. Una mínima conciencia de lo que ha representado en la historia reciente de Chile la obliga a actuar con dignidad y decoro. No debe pedir nada. No debe esperar nada.

Lo peor sería que el partido se dejara arrastrar por la corriente del momento, ya sin capacidad de autoanálisis ni de juicio independiente sobre los dilemas que vive el país. Tiene que defender los principios con los que surgió en 1957 como opción democrática y de cambio social, en pugna con los autoritarismos de izquierda y de derecha.

La DC debe pronunciarse explícitamente contra aquellas propuestas que ponen en riesgo todo lo avanzado por Chile desde la recuperación de las libertades. Lo primero es defender la unidad de la nación y rechazar la posibilidad de que ella se convierta en un archipiélago de comunidades autónomas. Debe reafirmar su identificación con los fundamentos de la democracia representativa, sostenida en el sufragio universal, que nos iguala como ciudadanos por encima de la raza, la condición social, la religión o cualquier otra diferencia. Debe sostener los ejes de la economía social de mercado, que ha sido fuente de progreso. Debe oponerse a cualquier intento de control estatal sobre los medios de comunicación.

Chile necesita impulsar cambios en muchos ámbitos, entre ellos el de la calidad de las instituciones. Hay que modernizar y racionalizar el funcionamiento del Estado para que favorezca la cohesión social y atienda eficazmente las necesidades más urgentes. Ello supone impedir que los ministerios y demás reparticiones públicas sean capturadas por intereses sectarios.

La DC solo podrá recuperar mayor apoyo ciudadano si muestra indubitada autoridad política, lo que está estrechamente unido a la autoridad moral. Eso implica precisar las señas de identidad con las que quiere presentarse ante la sociedad. Se repitió tanto que el “camino propio” no era una opción para el partido, que se creó la impresión de que la DC carecía de autonomía y renunciaba a defender su propia visión de las cosas. Pues bien, lo ha pagado caro. Tiene que tomar distancia de toda forma de populismo, hablar con la verdad al país y atreverse a cruzar el desierto si fuera necesario para rescatar su razón de ser, sus valores y sus propuestas de progreso. No es una vía fácil, pero es la única que puede inspirar respeto hoy y mañana.

Para lo anterior aún cuenta con un número de diputados y senadores que, si actúan de manera coherente y unitaria, pueden ejercer una influencia relevante en la legislatura que está a la vuelta de la esquina.

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