Opinión

La diplomacia del Cachipún

"Cada uno tiene el sistema político que quiera". Francamente, ¿en qué estaba pensando nuestro Presidente de la República cuando se despachó esta joyita sobre el régimen chino? Hay miles de maneras –las que, por lo demás, hemos y han utilizado los países del mundo- para explicar la importancia práctica de mantener una relación comercial con el gigante asiático, sin que eso signifique soslayar, ni mucho menos justificar la ausencia de democracia y libertades que existe en ese país.

Es así, que una vez más nuestro jefe de gobierno mostró una profunda torpeza en el manejo de las relaciones internaciones, en lo que ha sido la tónica de reiteradas improvisaciones y frivolidades, propio de quien es incapaz de mirar con la distancia y profundidad que exigen estos procesos, al punto de que se ha encargado de desmantelar la última política de Estado que nos venía quedando como país.

En efecto, Piñera no solo fue torpe, sino también contumaz. Previo a su gira, supimos del primer acto conjunto de Prosur, esta recién formada organización de países latinoamericanos, que firmó una declaración cuyo principal propósito es limitar las facultades de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, por esa vía, las de la misma Corte. En un texto cuyos errores y ausencia de comprensión de cómo funciona y se interpreta el derecho internacional, son solo comparables al retroceso que se está promoviendo; los alegatos por un mayor "margen de interpretación" o la "proporcionalidad de las reparaciones" buscan recuperar una vieja y superada concepción de autonomía e inviolabilidad de los Estados frente a las violaciones de los DD.HH. que estos mismos cometen.

Pero además de torpe y contumaz, nuestro Presidente evidencia una profunda inconsistencia. Los dos episodios anteriores echan por tierra los esfuerzos que el mismo Piñera lideró, en las acciones y palabras, para terminar con la dictadura en Venezuela. Porque no solo Maduro, sino también Ortega en Nicaragua, o Diaz-Canel en Cuba, por nombrar a los más cercanos, debieron haber recibido con gran satisfacción estos dos últimos movimientos de nuestro diplomático Presidente; el que no contento con relativizar la importancia de la democracia en China y, por esa vía, degradar la relevancia de los Derechos Humanos, ahora promueve trabas para el buen funcionamiento y eficacia que los pocos organismos que como comunidad internacional nos hemos dado para denunciar, intervenir y sancionar a los Estados que no respetan las libertades básicas de sus ciudadanos.

Es generoso el senador Harboe cuando en su crítica se refiere a la "doctrina Piñera-Ampuero", pues este nivel de chapucería e irresponsabilidad no dan para doctrina.

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