La interpelación de la cotidianeidad



Por Pía Mundaca, directora ejecutiva de Espacio Público

El día de ayer tuvimos la alegre noticia que El Agente Topo fue nominado a mejor documental en los premios Oscar, siendo la primera vez que Chile competirá en esta categoría. Que nuestro país sea representado en estas ligas cinematográficas por la gran documentalista Maite Alberdi es un hecho que en sí mismo nos llena de orgullo. Sin embargo, quisiera aprovechar este espacio para destacar y agradecer la agudeza y asertividad con que sus obras nos confrontan con los grandes desafíos sociales que tiene nuestro país, sus documentales terminan siendo el espacio para encontrarnos y para mirar aquellos desafíos desde la experiencia cotidiana, aquella que muchas veces escasea en nuestras discusiones de política pública. El documental nos mete a todos en un hogar de ancianos de la comuna de El Monte, y nos permite dialogar con la vejez no desde lo objetivo ni desde los datos, sino que de la mano de la vida misma.

Para quienes hemos seguido los documentales de Alberdi es posible reconocer en todas sus obras: El salvavidas, La once, Los niños y el mismo Agente Topo, la magnificencia de confrontarnos de manera sutil y profunda con realidades tan cotidianas que han terminado siendo invisibilizadas. Sus documentales nos recuerdan una y otra vez que la cultura y las artes nos permiten volver a mirar heridas profundas de nuestra sociedad, acercándonos de manera suave y en muchas ocasiones imperceptible, para quienes estamos del otro lado de la pantalla, con aquellas verdades que de otra manera nos costaría mirar. Los niños o el mismo Agente Topo nos incomodan, porque nos hace propio aquello que miramos como ajeno, y porque al terminar de verlo sabemos que nosotros mismos no hemos contribuido en cambiar lo suficiente aquello que viéndolo en la pantalla sabemos que no anda bien.

El Agente Topo en particular vuelve hacer visible la realidad de las personas mayores en Chile. Envejecer en nuestro país no es una tarea fácil, y mucho menos si se es pobre. Nuestras deudas van desde la soledad y el abandono que muchas personas mayores experimentan hasta el menosprecio cultural que tiene la vejez. Solo para enumerar algunos desafíos hemos sido incapaces de construir ciudades amigables con el caminar lento y pausado propio de los años y seguimos siendo deficitarios en hacer parte a los más viejos de la forma en que quieren habitar las ciudades. Nos faltan proyectos o iniciativas que contribuyan en la relación con el entorno de hombres y mujeres que con sus años siguen siendo parte de nuestra comunidad y,  tristemente seguimos pensando en la vejez como el tiempo donde se van cerrando las etapas, cuando los mismos relatos de Sergio o Berta nos muestran amorosamente que en la vejez la vida está llena de nuevos proyectos y deseos de propósito.

Cuánto agradecimiento al arte que nos hace dialogar en una cancha donde nos podemos encontrar y pensar todo aquello que hay que cambiar.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.