Columna de Carlos del Valle y Mauro Salazar: ¿La izquierda después del 2022? El más allá de la bancarrota ética



Luego de la capitulación del gobierno en favor de la política transicional (homenaje y estatua a Patricio Aylwin), la izquierda chilena vive horas aciagas. En las últimas semanas el oficialismo en alianza con el ala socialista de la Concertación, terminó por asumir un insospechado clamor de gobernabilidad y una infinita pulsión de orden que dista del “programa transformador” ofrecido en la competencia electoral y en los primeros seis meses de gobierno. Una vez que cayó la lírica el 04 de septiembre, y desplomado el vértigo octubrista, ¿cómo es posible reeditar alguna épica de los cambios cuando el FA se asemeja más a una demografía y no así a un proyecto político? Bajo el martillo del realismo, el FA acudió al confesionario de los expertos indiferentes de la Concertación, a sellar un nuevo “pacto modernizante”. El plebiscito de salida no resultó una oportunidad para la izquierda chilena, porque develó que el gobierno no cultiva ninguna vocación de mayorías, fuerza imaginal, ni tampoco establecerá un campo de disputas por la reforma. Hasta la fecha nada indica lo contrario. Más allá de la liturgia (fugaz) ante los 50 años de la Unidad Popular, la clausura ante las luchas sociales, ha carecido de todo diseño político.

Quizá después de un tiempo sea posible disputar la legitimidad que implicará el nuevo texto constitucional en su compleja legitimidad, digitada por el sistema de partidos y la restauración de expertos con “credenciales de neutralidad”. El nuevo tiempo constitucional que se inaugura con el acuerdo del 12 de diciembre, cuenta con el apoyo del actual gobierno (Apruebo-Dignidad) y sus dos coaliciones, como, asimismo, la oposición con sus varias expresiones, pudiendo estimarse que, más allá de la “latencia insurreccional del PC”, el nuevo pacto gozará del apoyo mínimo en el Congreso. Por fin, todo esto muestra que la rotación de élites políticas, invocando a José Joaquín Brunner, sigue su curso, cual “ley de bronce”, pero con una incierta integración de la diversidad de fuerzas existentes, con la excepción esotérica de “Amarillos por Chile”. Todo transcurre en una especie de reagrupación esencialmente elitaria.

En suma, el FA, dada su inclinación culposa hacia el “espíritu noviembrista”, ya no representa la única opción para una nueva agenda democrática, ni puede mantener el discurso pueblo-élite. El conglomerado se ha identificado con su misión gobernante, cuyo domicilio, contra lo declarado, se ubica en la continuidad de los últimos 30 años. Y a no dudar, el PC, es el damnificado por sus empatías con el vértigo octubrista, transitando desde el “entusiasmo de calle” al “conformismo noviembrista” impuesto por los hechos, sin que ese cambio haya sido incorporado a un relato, ni muestre tras de sí un frente discursivo cohesionado. Al contrario, hay fisuras entre estos dos espíritus en el seno del propio PC.

A poco andar se desliza una pregunta fundamental. Hoy que la herida irrefrenable no cesa de sangrar en el polo gubernamental después del 04 de septiembre y el acuerdo constitucional, ¿será posible mantener la cohesión creativa en pleno quiebre estructural entre izquierdas en extinción y progresismos tan traviesos como pragmáticos? En medio de la tormenta y sus afecciones, ¿es dable un horizonte compartido de comprensiones y nuevas transformaciones en Apruebo Dignidad? Todo indica que en el corto plazo viene un tiempo de administración y pragmática.

Por último, no está demás recordar los sucesos mesocráticos del año 2011, cuando la bancada estudiantil se ubicaba -primero- en la óptica del malestar y luego abrazaron la institucionalización congresal. Hoy debemos subrayar con mayor perseverancia que lo sucedido aquel año, respondió a una reactivación del “reclamo social”, y en ningún caso a un “movimiento derogante” contra la modernización chilena. Durante el fetichizado año 2011 no existieron “antagonismos de clases”, o el bullado “mayo chileno”, sino una modernización corregida y una movilización en favor de accesos. En medio del homenaje al ex Presidente Patricio Aylwin, la dirigencia del Frente Amplio persiste en argumentar que se trató de un cuestionamiento estructural a los cimientos materiales, simbólicos y culturales del Chile neoliberal.

Son los grises del gobierno transformador.

Por Carlos del Valle y Mauro Salazar, Doctorado en Comunicación, Universidad de la Frontera

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