La nueva Constitución y sus enemigos: Chile frente al trauma de sí mismo

Franja Rechazo


Por Carlos del Valle, director del Centro Internacional de Estudios Frontera, Universidad de la Frontera

La enemización es una práctica de estigmatización, tan común como antigua. Básicamente, consiste en atribuir a otras (a terceros) características negativas que permitan su desacreditación, así como abrazar la deslegitimación desde un expediente que trasunta los antagonismos.

Toda diferencia se exacerba mediante la elaboración de discursos y relatos de oposición entre buenos y malos, amigos y enemigos, pero que en sus formas más políticas e ideológicas adquieren connotaciones de discriminación y odio a la diferencia. La enemización o práctica de construir enemigos que abunda transversalmente en nuestro paisaje político, tiende a cierta estabilidad histórica y se constituye de manera sistemática e institucionalizada.

En climas de crispación sociopolítica -como el Chile actual-, los discursos y prácticas de enemización se ajustan a la contingencia y son utilizados estratégicamente, es decir, apelando particularmente a las subjetividades con fines políticos. Por eso, la enemización es una forma de psicopolítica.

Ahora bien, ¿cómo se expresa todo lo anterior en el actual escenario político del plebiscito de salida de la propuesta constitucional de la Convención?

Esencialmente, mediante campañas en las cuales se desacredita al otro, no solo por lo que hace, sino por lo que representa. Las/os convencionales, en este sentido, representan mayoritariamente las diversidades y las disidencias que nunca han sido realmente aceptadas y, por lo tanto, debían ser destituidas, incluso antes de la realización de su trabajo. En efecto, ¿cómo explicar que sean las disidencias las responsables de constituirnos como sociedad, si son las mismas habitualmente marginadas y socialmente excluidas? Para una parte de la población, que además tiene el monopolio del poder político y mediático, simplemente no es posible. Para ellas/os los enemigos del país fueron los responsables de redactar la Constitución. Básicamente, una herejía política, social y cultural.

En suma, se habla del día después del plebiscito, especialmente como una manera de asegurar la adhesión a las posiciones de Apruebo o Rechazo. Qué sucesos nos aguardan después del 4 de septiembre, será la hora de la crispación o la posibilidad de un horizonte compartido, según sea el caso.

Lejos del cliché, es importante considerar que efectivamente el día después del 4 de septiembre habrá constataciones del Chile que vivimos y del que queremos vivir.

Una de ellas es qué tan arraigada y estructural se encuentra la intolerancia cultural y la estigmatización en Chile por los discursos de etnias alternativas. Dicho de otro modo, si las políticas y estéticas modernizadoras desde los años 90 han sido capaces, o no, de producir cambios en los imaginarios. Si se imponen los discursos de odio y discriminación que hablan sobre los nuevos privilegios para los pueblos originarios, el exceso de derechos humanos para quienes cometen delitos y del plurinacionalismo como una nueva versión de antipatriotismo, es un anuncio peligroso para la convivencia de nuestro paisaje político-social.

Otra constatación es si en Chile hemos logrado, o no, avanzar hacia un modelo de gestión política y social más ciudadana y menos tecnocrática. La idea de que, a pesar del esfuerzo ciudadano, deben ser los indicadores del experto quienes deben “sacarnos” de las subjetividades beligerantes, es una señal que mitifica la técnica.

Una tercera constatación es si en Chile hemos logrado superar los “autoritarismos éticos” y entender la nueva Constitución, no solo como el resultado de un trabajo centrado en la técnica, sino como una experiencia democrática, plural y efectivamente diversa, con un valor en sí misma. En este sentido, veremos si se mantiene una cultura de la destitución como dinámica permanente en Chile, donde nada tiene valor si afecta los intereses de quienes tienen el poder de destituir, porque si no les agrada simplemente lo violentan, a través de los diferentes medios disponibles. Hoy se trata de los medios de producción de la realidad.

Por fin, el día después del plebiscito, con prescindencia del resultado y luego de estos nuevos esfuerzos de enemización, sabremos qué tanto han madurado la democracia, el pluralismo en la vida cotidiana y el reconocimiento de una gramática de los mínimos para alcanzar un nuevo “contrato social”. Ese día sabremos el estado de decadencia que padece nuestra cansada república.

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