La pausa

25 de febrero del 2020/SANTIAGO El presidente de la Republica, Sebastian Piñera (I), junto a Ignacio Briones (D), ministro de Hacienda, se retiran tras el término de la ceremonia, de promulgación de la Ley de Modernización Tributaria, que se realiza en el Patio de los Naranjos, en el Palacio de la Moneda. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO


El fin de las marchas de los viernes y los actos callejeros hizo creer la ilusión en varios que la agitación social podía haber muerto. La menor cantidad de protestas, en buena parte por el rol que jugó la presidenta del Colegio Médico en pedir a las personas que no concurrieran a los actos masivos, fue una tranquilidad en el medio de la tragedia de la llegada del coronavirus a Chile. De cierta manera, la doctora Siches le resolvió un problema de orden público al gobierno. En un acto de poco agradecimiento, varios personeros de derecha optaron por armar una campaña digital con insultos y tuits sacados de contextos para desprestigiar a la líder gremial.

El coronavirus ayudó a generar un acuerdo político en correr el plebiscito, que habría sido impracticable en un mes más, y con ello se trasladó todo el ciclo electoral. En Chile, es tradicional que en los períodos electorales el gobierno empiece a perder poder, al preferir los actores políticos privilegiar su propia posición electoral. Con el alto rechazo que posee la figura del Presidente, esta traslación de fechas es un gran alivio, en especial para mantener la disciplina del oficialismo. El alza momentánea de la popularidad del Presidente también hizo creer que al fin las cosas podrían estar bien para La Moneda. Estas tres cosas explican esa especie de optimismo que se vive en Palacio, graficados perfectamente en las frases aludiendo al cariño y el amor de la vocera de gobierno, y sin duda en el tuit del Presidente, regañando a la oposición por hacer indicaciones legislativas que no son de su agrado.

Esta tranquilidad es solo una pausa, pensar que los problemas políticos se solucionaron es una falsa ilusión. En primer lugar, el alza no se debe a mejor gestión, sino a una reacción lógica de las personas que tienden a apoyar a sus gobernantes en períodos de crisis, aún cuando no lo estén haciendo bien. El mejor ejemplo es el alza de la popularidad de Trump, pese al descontrol de la pandemia que convirtió a EE.UU. en el país con más casos en el mundo. Tampoco el Covid-19 parece cosa de días. Las experiencias internacionales muestran que pasan varios meses antes de que baje sustancialmente la cantidad de contagiados, y Chile tiene la mala suerte de las estaciones cambiadas. Por ello es razonable pensar que la crisis sanitaria podría durar hasta julio. Un tema que se asomará antes incluso que se vaya el coronavirus será la fuerte caída en el empleo, y el desempeño de la salud pública. Hay que recordar que el Presidente auguró que estábamos mejor que Italia. Por estas dos costuras podría emerger la bomba social.

El economista Paul Romer en un tuit plantea que tenemos una crisis económica porque no es seguro para las personas trabajar y consumir. El premio Nobel de Economía se pregunta si las medidas de Trump van en ese sentido. El test de Romer vale para las políticas públicas chilenas. El caso del proyecto impulsado por Hacienda en auxilio de las pymes y las personas, sin duda que lo pasa. Implica inyección de liquidez, que, a su vez, se traducirá en consumo. También tiene un buen punto el proyecto de teletrabajo. Al proyecto que permite usar el seguro de cesantía no le iría muy bien en la evaluación del economista. No genera seguridades respecto al empleo y, en especial, aumenta los temores si la crisis económica post coronavirus se profundiza. Si, además, no se cumplen las promesas respecto a salud pública, el vendaval en el invierno podría hacer peligrar nuevamente al gobierno.

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