La primaria de los suplentes
Las campañas políticas suelen describirse con la metáfora de la “carrera”: una maratón en que los corredores avanzan entre distintos tipos de terreno y cambios de clima; rinden en sectores en bajada y otros en subida; soportan codazos y puntapiés de los competidores; y lidian con una contienda de alto desgaste físico y mental.
Las primarias, en cambio, son una carrera de 100 metros planos, en que el recorrido desde el pistoletazo de salida hasta la meta se consume en un abrir y cerrar de ojos, y no hay tiempo para recuperar los pasos perdidos por una reacción lenta o por un tropiezo inesperado.
Es un sprint. Hay dos meses desde la inscripción de candidaturas, un mes desde el inicio de la propaganda, y apenas quince días de franja televisiva. Pero más que el tiempo, el desafío es la batalla por la atención. Porque casi nadie está prestando atención a esta campaña.
Es una primaria con voto voluntario, en que compite un solo sector político, que hoy es minoritario, por lo que la sensación generalizada es que el próximo presidente no saldrá de aquí, sino desde el campo opositor.
Los corredores de este sprint enfrentan una dificultad adicional. No son los favoritos de sus hinchadas, que soñaban con tener a otros pingos vistiendo sus colores. Ellos son los suplentes.
La larga precampaña de Carolina Tohá estuvo marcada por la sombra maternal de Michelle Bachelet. Por más que la expresidenta dijera una y otra vez que no correría, la izquierda nunca se consoló de esa orfandad.
El boicot siguió con la ridícula candidatura de quince días de Paulina Vodanovic, un esfuerzo sin sentido que dejó por el suelo el ya vapuleado prestigio del Partido Socialista, el supuesto adulto en la habitación del oficialismo que había escenificado una pataleta.
El Partido Comunista también tuvo que resignarse a la negativa de su titular. Camila Vallejo era la única oficialista, además de Bachelet, que marcaba en menciones espontáneas como candidata presidencial. Pero el no de Vallejo fue consistente, y su salida en prenatal cortó de cuajo las especulaciones. Jeannette Jara era la alternativa obvia, y aun así debió soportar las dilaciones de su partido y el abierto boicot del sector jaduista del partido.
El Frente Amplio tampoco tuvo consuelo. Tomás Vodanovic, su carta favorita, quemó sus naves desde temprano, al comprometer su palabra en que no competiría. Aun así, las presiones y las idas y vueltas alargaron una agonía innecesaria. Coquetearon con nombres como Beatriz Sánchez y Antonia Orellana, y cuando al fin se resignaron a Gonzalo Winter, era demasiado evidente que el entusiasta diputado era, ya no el plan B, sino el plan W del partido del presidente.
Así, los tres llegaron a la línea de largada ya cojeando. En los últimos días se ha instalado el relato de que Tohá partió con gran ventaja y que Jara la ha superado inesperadamente. La verdad es que la candidata del Socialismo Democrático nunca ha despegado. Su único momento de ventaja en las encuestas fue durante el interregno en que corría como la única postulante del oficialismo ante el retraso del PC y el FA.
Y aquí volvemos al problema de la atención. Como muestra Chris Hayes en su estupendo libro The siren’s call, hoy el mundo se define como una batalla incesante por nuestra atención. Para atraer el interés de los votantes, las primarias compiten no solo con Matthei y Kast, sino con el último crimen, el mundial de clubes, los niños aburridos en vacaciones de invierno, el próximo viral de TikTok y los videos de gatitos.
En esta hipertrofia de estímulos, la franja electoral sigue siendo una oportunidad para mostrarse. Aquí Jara corre con ventaja, no porque su franja sea especialmente creativa (spoiler para quienes no la hayan visto: no lo es), sino porque su mera presencia es superior a la de sus rivales. Tohá se ve permanentemente incómoda, Winter se ve permanentemente disfrazado, pero Jara parece ser siempre ella misma. Verse cómoda en su piel es una ventaja enorme en comunicación política.
En el comando de la exministra del Interior parecen haberse convencido de que Tohá es una buena política, pero una mala candidata. Es una profecía autocumplida, porque ha inyectado un ambiente de desesperación a su campaña, que se pasea entre forzados videos “espontáneos” para las redes sociales, y primerísimos primeros planos mientras monologa sobre las dificultades y tristezas de gobernar.
Es una campaña que le habla a un votante que no existe, al menos no en esta primaria. Desde su discurso nostálgico de los noventas hasta su deriva anticomunista, parece estar buscando a los electores de Aylwin y Lagos, cuando la primaria la decidirán los votantes de Bachelet y Boric. Hay que recordar lo obvio: el domingo 29 irán a votar los convencidos, esos que apoyan a Boric y añoran a Bachelet.
Una cosa es llamar al voto útil, alertando que una candidata PC le conviene a la derecha. Eso tiene sentido. Pero centrar tu apelación final en el peligro de que gobierne el Partido Comunista difícilmente resuene en votantes que apoyaron con entusiasmo a dos gobiernos, el de Bachelet y el de Boric, en que el PC tuvo un rol clave.
La campaña de Tohá levanta fantasmas esperando movilizar a votantes fantasmas, que, al menos en estas primarias, solo existen en su imaginación.
Mientras, Jara copia el recurso bacheletista de las mujeres vistiendo la banda presidencial. ¿Y Winter? Por ahora su campaña parece más preocupada de ser cool que de ser efectiva.
Tal vez la elección termine definiéndose por lo más obvio, en una primaria en que los votantes oficialistas serán mayoría: quien es capaz de mostrarse como la más capacitada para continuar el trabajo de Boric. Así, muy lógicamente, partió la campaña de Tohá: con el abrazo entre el presidente y su leal colaboradora. Luego perdió la brújula.
Es una primaria de suplentes, en que votantes fieles al gobierno buscan un suplente a un presidente al que son fieles. No es el marco más apasionante para una campaña, pero es lo que hay.
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