La próxima pandemia: el Estado primitivo



Por Sebastián Izquierdo, director ejecutivo de Horizontal

Esta pandemia ha significado un gran sufrimiento para todos. El Covid-19 se ha encargado de alterar de forma negativa el statu quo de nuestra salud, economía y educación, entre otros aspectos. Y, como si fuera poco, está destapando con una mayor “deferencia” lo inadaptado y poco eficiente de nuestro aparato público. De ahí surge la urgencia de modernizar el Estado, para mejorar el actual sistema operante por un marco que permita a todas las personas tomar una debida responsabilidad de sus quehaceres, por medio de una nueva generación de regulaciones que evite la parálisis pública y la frustración privada.

Con lo anterior, me refiero a permitir que la ciudadanía y los propios funcionarios públicos tomen partido de la gran tarea de construir un Chile mejor. Por ejemplo, es inexplicable el rechazo a ofrecimientos como el de la ACHS -de realizar 30 mil intervenciones quirúrgicas traumatológicas al año, al mismo precio que los hospitales-, solo por una cuestión de “papeleo”. En este momento, donde todo parece ir acumulándose de a poco, las iniciativas que colaboren en la disolución de aquel eventual “cuello de botella” que se aproxima, debiesen ser más que bienvenidas.

Desde mediados del S.XX, distintos estados comenzaron a actuar bajo el supuesto de que solo las reglas excesivas son la clave para evitar cualquier error. Resulta evidente que tienen que haber pautas de acción, pero debiésemos rehuir de aquella burocracia extrema que frena cualquier posibilidad de avanzar. Esto nos ha llevado a construir una sociedad en la que tratamos, en el 2020, problemas que debíamos solucionar en el 2010. A todo esto, ¿en qué estarán las 75 recomendaciones hechas por la CNP, tras la exhaustiva revisión regulatoria que hicieron de los cinco principales sectores para la inversión? ¿Ya logramos revertir la baja eficiencia en la entrega de permisos y la incerteza jurídica?

Un Estado moderno tiene que ser capaz no solo de funcionar bien en sí mismo, sino también de ser el motor de una sociedad activa. Esto permitiría que desarrollemos, con mejor suerte, una cultura de crítica política que admita construir y no generar discusiones ligeras que buscan culpables en vez de soluciones. Es importante comprender que, si se frena la opción de que la ciudadanía también tome la iniciativa, no se confía en el sentido común, ni en que se ha construido un mecanismo lo suficientemente fuerte como para permitir que cada actor se haga responsable.

En octubre pasado, era el “estallido”; hoy, es el virus. Lo cierto es que siempre ocurrirá algo que requerirá de la acción inmediata y focalizada de todos. Necesitamos trabajar -y dejar de hablar- en una hoja de ruta que nos permita establecer cuáles serán los contenidos a reforzar en este Chile postpandemia; cómo hacer que nuestro aparato público, independiente del gobierno de turno, sea más simple y eficaz en sus procesos, facilitando al sector privado adecuarse a los inciertos y variados escenarios que estamos viviendo. Temería, de lo contrario, que este problema sea entonces la próxima “pandemia” que debemos enfrentar.

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