Opinión

Las comunidades son clave para solucionar los problemas estructurales de Chile

Chile enfrenta una serie de problemas endémicos: la brecha en el acceso y la calidad de la educación; miles de personas que mueren esperando una atención médica; la inequidad que se refleja en territorios olvidados y familias postergadas; la falta de acceso al agua en zonas rurales, entre muchos otros. Problemas que, pese a los esfuerzos del Estado, persisten y se agudizan con el paso del tiempo.

Hace 15 años, sufrimos uno de los peores terremotos de la historia. La devastación fue enorme, pero también dio paso a un aprendizaje colectivo. Felipe Cubillos decidió actuar y no esperar únicamente la respuesta estatal. Fue más allá de la reconstrucción material: insertó confianza en las comunidades y las empoderó. Les entregó a los pescadores las herramientas necesarias para recuperar su fuente de sustento, no como beneficiarios pasivos, sino como protagonistas de su propio futuro.

Esa experiencia demostró que el poder de las comunidades es inmenso y constituye una herramienta fundamental para dar solución a los problemas estructurales del país. Porque, aunque el Estado es clave, no puede solo. La burocracia, la falta de recursos humanos especializados y la distancia con las realidades locales dificultan que las soluciones lleguen a tiempo. Las comunidades, en cambio, conocen de primera mano sus carencias, tienen la urgencia y la creatividad para resolverlas, y cuando cuentan con apoyo, son capaces de transformar la realidad de manera sostenible.

Nosotros lo hemos visto en terreno. En salud, iniciativas público-privadas que hemos impulsado coordinadas con la comunidad nos ha permitido sacar de las listas de espera a miles de personas y devolverles su calidad de vida. En educación, programas de alfabetización que hemos impulsado junto con instituciones, docentes y estudiantes, han permitido que niños y jóvenes mejoren sus aprendizajes allí donde el sistema no llega. En desarrollo social, proyectos de acceso al agua que hemos realizado con CMPC en conjunto con las comunidades de La Araucanía han llevado este recurso esencial a familias que por años vivieron sin él.

El desafío está en escalar estas experiencias y darles un marco de continuidad. No se trata de reemplazar al Estado, sino de complementarlo. Los programas comunitarios pueden convertirse en brazos operativos del sistema público, actuando con flexibilidad y cercanía. Para eso, se requiere un cambio de mirada: pasar de ver a las comunidades como receptoras de ayuda a reconocerlas como socios estratégicos en la solución de los problemas.

El futuro de Chile depende de cómo enfrentemos este “terremoto social” que nos golpea en silencio. Y para ello, necesitamos aprender de lo que nos mostró la catástrofe de 2010: que cuando las comunidades se organizan, el país avanza más rápido y mejor. El poder transformador está en las personas, en su capacidad de unirse, organizarse y de trabajar juntas.

Por Nicolás Birrell, Presidente de Desafío Levantemos Chile.

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